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Minutos antes de entrar a la audiencia de revocatoria de mandato, el alcalde William Dau posó con este tractor que alude a su remoquete: el 'tractor' Dau. /Foto: Instagram Salvemos a Cartagena

“Con su discurso de confrontación, el alcalde es víctima de su propio éxito”: Orlando Higuera

Los procesos de revocatoria de mandato que cursan en contra de William Dau distraen a Cartagena de sus prioridades y vuelven a evidenciar la degradación del debate político en una ciudad cuya última década ha sido de inestabilidad administrativa.

La audiencia de revocatoria de mandato contra William Dau, celebrada en el Centro de Convenciones esta semana, se convirtió en el capítulo más reciente de la pugnacidad política de Cartagena desde que el mandatario llegó al Palacio de La Aduana.

Los insultos prevalecieron sobre los argumentos y evidenciaron no sólo la degradación del debate público en esta ciudad sino el pulso que se libra por un giro en la administración distrital, pues Dau, con su estilo confrontacional y su discurso anticorrupción, representa una fuerza que llegó a la Alcaldía sin el apoyo de ninguna casa electoral.

Para dimensionar la ferocidad de ese ambiente político y sus consecuencias para la democracia cartagenera, La Contratopedia Caribe entrevistó a Orlando Higuera, politólogo y magíster en Estudios Internacionales de la Universidad de Los Andes, actual director del programa de Ciencia Política de la Universidad Tecnológica de Bolívar (UTB) y representante de la Misión de Observación Electoral (MOE) en pasadas elecciones de Bolívar.

Higuera resalta que el alcalde Dau está atrapado en una narrativa que le dio réditos electorales, pero que no es suficiente para gobernar, mientras que la oposición ha quedado desnuda por su falta de argumentos y, en cambio, transpira revanchismo. Al final, el ya deteriorado sistema político cartagenero termina aún más golpeado ante los ojos ciudadanos.

Politólogo y director del programa de Ciencia Política de la UTB.

La Contratopedia Caribe. La audiencia de revocatoria del pasado martes fue más un escenario de insultos que de argumentos. ¿Cómo interpretar ese debate público tan vergonzoso del que fuimos testigos?

Orlando Higuera. Lo del martes fue una situación lamentable para la política cartagenera. Ese era un espacio propicio para que la ciudadanía demostrara su solidez y su capacidad, como constituyente primario, de hacerle control político a la administración. 

La ciudadanía perdió la oportunidad de ver si, efectivamente, había algún sustento para la revocatoria y quedó más en el ambiente que esto es un tema de una revancha personal o de unos grupos políticos, que en este momento no tienen ningún tipo de representación en el Distrito. También hubiéramos esperado por parte del alcalde una defensa de su gestión

Lo que vimos fue una carencia absoluta de argumentos por parte y parte. Se centraron en epítetos, en acusaciones sin pruebas y en el pasado. 

Me preocupa el tono violento que se utilizó en esa audiencia: un tono de pelea de bar o de barrio que nos va a llevar a más pugnacidad. Tenemos un antecedente bastante cercano, que fueron los enfrentamientos que se produjeron al momento del escrutinio, en las elecciones de 2019 cuando Dau ganó. Los seguidores de Dau y del candidato William García estuvieron a punto de irse a los golpes. 

LCC.  Entonces, podríamos decir que esa clase huérfana de poder está instrumentalizando la revocatoria…

OH. Por supuesto. Y no solo pasa aquí en Cartagena. 

Hay un problema estructural porque estas audiencias se toman como un mero trámite y deberían tener peso dentro de este proceso, es decir, que haya una presentación de pruebas y argumentos sólidos para que un juez, que en este caso es un magistrado del Consejo Nacional Electoral, tome una decisión ajustada a derecho.  

Tengo mis reservas con la funcionalidad de este mecanismo. Solamente se ha revocado el mandato en una sola oportunidad en la historia del país. Tengo muchas más dudas en circunstancias como las actuales, con recomendación de aislamiento y miedo al contagio. Eso afecta la recolección de firmas. 

Además, el comportamiento de Cartagena en las elecciones atípicas no ha sido el mejor. Eso se explica porque mucha gente no tiene toda la logística para votar que, en cambio, sí le ponen los grupos clientelistas. 

A mí me lo explicaba una señora de El Pozón en la consulta anticorrupción. Me decía que en su familia eran cuatro y estaban inscritos en el puesto de votación de Manga. Para salir a votar debían pagar, al menos, cuatro pasajes de bus de El Pozón a Manga o un taxi; si les daba sed o hambre, debían pensar en agua o refrigerios.  Me dijo que ellos estaban acostumbrados a que los llevaran, les dieran la merienda y la plata. 

LCC. ¿No deja de ser paradójico que, justamente, entre los mayores críticos de William Dau y de su estilo de gobierno estén exfuncionarios que salieron de la administración pública rodeados de ruidos por mal manejo de la plata pública?

OH.  Eso es paradójico y a la vez esperable. El discurso de Dau era precisamente contra ellos. Podríamos hablar de los que Dau llama ‘viudos de poder’, que están ahora en la primera línea de la revocatoria o en redes sociales. Lo que estamos viendo es precisamente cómo utilizan un discurso bastante similar al que Dau utilizó en campaña para atacar a su administración. 

Y es el comentario más frecuente que uno ve sobre ellos: ‘Ahora sí se dan cuenta de la corrupción. Ahora sí ven que algo malo está pasando, pero mientras ellos estaban gobernando no pasaba nada’. 

Esa misma posición de rechazo que uno ve de forma permanente, lo que los exfuncionarios llaman bodegueros, evidentemente muestra una insatisfacción ciudadana. Incluso, por la forma como se está haciendo oposición. Si tuviéramos una oposición mucho más inteligente podrían tener mejores réditos, pero se están dedicando a espectáculos lamentables. 

LCC. Un año en la Alcaldía es demasiado pronto para determinar que un mandatario no ha cumplido, mucho más cuando todos sabemos cómo fue el plan de gobierno de William Dau.

OH. Por supuesto, ese plan de gobierno era muy escueto, por calificarlo de alguna manera. Además, estamos en un año bastante particular, que está atravesado por una de las situaciones más críticas del último siglo. Se están generando un montón de gastos que no estaban previstos. He cuestionado los planes de desarrollo en medio de esta pandemia. Me pregunto, cómo vamos a priorizar proyectos a largo plazo, que son necesarios, claramente, pero no oportunos. 

Cualquier alcalde, en particular el de un distrito tan golpeado por la pandemia como Cartagena, tiene cambios en las prioridades de inversión. De repente, Dau tenía toda la intención de hacer ese riego de recursos en las comunidades más vulnerables a través de contrataciones, pero tenía que construir un programa, ajustarlo a su plan de desarrollo y meterlo en el presupuesto. Recordemos, también, que en este primer año él recibió el presupuesto aprobado por el anterior alcalde. Su margen de maniobra era bastante reducido. 

Ahora, que hubo dificultades en ejecución, seguramente; que se cometieron errores, seguramente. 

LCC. En la audiencia también se notó la intención de juzgar al mandatario por su vida privada y llevarla al debate público ¿Qué tanto debe ser juzgado un mandatario por su vida personal?

OH. A nivel mundial vamos a encontrar diversas aproximaciones a esto. El debate público en Estados Unidos, por ejemplo, se centra mucho en la esfera personal de los candidatos. Sin embargo, en Colombia hasta hace muy poco esto no pasaba.

Pienso que si la vida privada de un candidato o de un administrador no pone en riesgo su función pública o no lo inhabilita, no deberíamos juzgarlo. Pero si afecta su capacidad para gerenciar, pues sí debería importarnos. En el caso de Dau no hay pruebas. Ese señalamiento contra él me recordó lo que hace unos años hacía Adelina Covo con Judith Pinedo, cuando era alcaldesa. Decía que salía a rastras de los bares de Cartagena, lo cual nunca probó. 

También utilizaron como argumento en la audiencia supuestos trastornos de personalidad del alcalde, comentario que indignó muchísimo a la comunidad de psicólogos de Cartagena a juzgar por publicaciones en redes sociales. ¿Cómo se aventuran a lanzar un diagnóstico de un trastorno mental sin tener la formación para ello o sin evaluación alguna?

LCC. Sabemos que Dau ganó gracias a un discurso anticorrupción y una combinación de activismo digital y carisma, pero especialmente por el hastío profundo que siente gran parte del pueblo cartagenero hacia su clase política tradicional. ¿Podría interpretarse su triunfo como un campanazo de alerta para esa clase política local?

OH. Sí, a pesar del resultado del Concejo. Es lo paradójico de esta elección: elegimos un alcalde independiente de las casas políticas, pero el Concejo no tuvo casi renovación y tiene representantes de esa política tradicional. 

Pero ¿qué viene después? Estos procesos disruptivos, como fue el de Judith Pinedo y como es este de William Dau, tienen el reto de generar procesos sostenibles de ciudad porque  se definen principalmente por el carisma del líder. 

Aquí hay una discusión interesante, incluso en el seno de estos movimientos, y es si deben presentar un candidato o no porque presentarlo implicaría parecerse a las prácticas de los políticos tradicionales. 

LCC. Quizá Cartagena ha escogido a candidatos que no sean políticos de carrera por confundir lo que significa realmente la política con las prácticas politiqueras o clientelistas.

OH. Uno de los oficios más vilipendiados en el mundo es el del político. La mayor parte de los ciudadanos referencian la política con la política electoral, que es donde están todos esos vicios clientelistas. Adicional a eso, hay una tendencia mundial de elegir a candidatos antipolíticos, que se ha venido repitiendo no solamente entre gobernantes de derecha sino de cualquier tendencia. 

Fíjate el caso de Fajardo o de Mockus, que se presentan como profesores. Mockus tiene 30 años en la política y Fajardo casi 20. Los Char, por ejemplo, se presentan como un caso de éxito empresarial, pero son políticos.

Ese discurso antipolítico afectó, por ejemplo, a un candidato como Sergio Londoño, que presentaba su experiencia en el sector público como algo positivo para la Alcaldía de Cartagena, pero no todos lo vieron así. 

Ese discurso antipolítico vende muchísimo entre los jóvenes. 

LCC. Pues, de hecho, fue llamativa la conexión que William Dau mostró con los más jóvenes en uno de los debates de 2019, organizado por la UTB y Caracol Radio. Por momentos lo aplaudían como a un rockstar

OH.  Sí, eso fue una sorpresa y a mí también me llamó la atención y lo comenté con varios colegas. Pensé que le pasaría lo mismo que a Mockus y Fajardo con la ola verde: los jóvenes eran el centro del debate y había girasoles por todas partes, pero a la hora del té no pasó nada. Efectivamente, aquí en Cartagena sí pasó: los jóvenes salieron a votar.

En Cartagena, en estos momentos, hay un proceso orgánico interesante con ellos. Probablemente veamos a mediano plazo el efecto de chicos que están formándose en esta era digital. Como todo lo orgánico, ese movimiento puede crecer, pero también puede morir si no se cuida ni se nutre de forma adecuada. En tres años puede llegar una decepción terrible en las urnas y hasta allí llegó cualquier proceso de cambio en Cartagena. 

LCC. Pero en ese reciente discurso antipolítico también ha jugado un papel clave el lenguaje de Dau. Una de las constantes que dejó su primer año de gobierno fue el uso del calificativo ‘malandrín’ no solo contra los miembros de la clase política tradicional de Cartagena sino contra quienes pudieran contradecir sus argumentos. 

OH.  En la campaña tuvimos una pugnacidad y constantes señalamientos. De repente el alcalde actual presentó una realidad a blanco y negro. Graduar a todas las personas que estaban en la Alcaldía de malandros, rateros o corruptos no fue lo más apropiado, porque hay mucha gente honesta en la Alcaldía, que son funcionarios que hacen bien su trabajo, independientemente de quien los haya llevado ahí, de si ganaron un concurso de méritos o si están trabajando por OPS

En algún momento unos estudiantes me preguntaron si las OPS eran malas: el contrato como tal no define nada. La pregunta que uno tiene que hacerse es si esa persona tiene las capacidades para hacer ese trabajo o si lo está haciendo bien. 

No es lo mismo una persona que tiene formación y que por una falta de concurso de méritos llega a un cargo y está haciendo efectivamente su trabajo frente a una, como ha pasado en Cartagena y otras ciudades, que tiene hasta ocho OPS en un mismo año. 

LCC. Claro, esas serían las populares corbatas…

OH.  Exactamente. No deslegitimaría el contrato de prestación de servicios porque va a ser necesario hasta que no se produzca una modernización completa de la Alcaldía y se abra concurso de méritos para suplir todos los cargos necesarios. 

En el fondo ahí hubo un poco de macartismo del alcalde al graduarlos a todos de corruptos. Y muchas de las cosas que pudieron haber pasado en su primer año, primiparadas como él las llama, de repente tenían que ver con eso. Sacaron a gente que ya tenía experiencia. 

LCC. Pero entonces ese discurso del alcalde también va debilitando la institucionalidad y el valor de lo público.

OH.  Claro, pero en eso valdría la pena analizar algo. Siguiendo ese discurso del alcalde, uno se pregunta si ahora hay corruptos buenos y corruptos malos. Ese discurso le funciona también como un boomerang. Por ejemplo, su exsecretaria general Diana Martínez, que ahora es asesora de despacho, estuvo trabajando en la Alcaldía con Dionisio Vélez, entonces ¿eso la hace una malandrina? ¿Por qué ahora sí le parece una buena persona? ¿Por qué hubo un pago de detrimento patrimonial a la Contraloría para que ella volviera al gobierno? 

Bajo ese mismo discurso, si esta administración no acaba con buenos resultados, ¿vamos a graduar a todos los miembros que estuvieron en ella como corruptos? Me resisto a que hagamos eso. Estamos dejando en el ambiente que cualquier persona que pase por la administración pública es corrupta. 

LCC. Tampoco ayuda el carácter, quizá confrontacional o impulsivo, del alcalde. Ese talante no es propiamente el más propicio para invitar a todos los estamentos a remar hacia el mismo lado.

OH.  El alcalde es víctima de su propio éxito porque la ciudadanía le compró ese discurso de confrontación. Uno de los argumentos que usó en la audiencia de revocatoria para mostrar que no hay tal rechazo ciudadano fue el cacerozalo de apoyo que le hicieron después de su pelea con los concejales. Su discurso en campaña se basó en hablarles duro a los políticos tradicionales e insultarlos si era necesario. 

De repente, se encuentra con que la situación de gobierno exige gobernar al lado de ellos porque son los coadministradores de la ciudad, en el caso del Concejo. Si el alcalde hubiera utilizado un tono conciliatorio y anunciado un trabajo conjunto, quizá la ciudadanía hubiera podido decir: ‘Mira, apenas llegó al poder se vendió’. 

Creo que tiene un carácter fuerte y explosivo que los opositores aprovechan. Les mostró su talón de Aquiles. Lo que hicieron en la audiencia de revocatoria fue sabotear permanentemente su intervención y él se salió de casillas. 

LCC. ¿Cómo se interpreta desde la Ciencia Política la constante infantilización del discurso, por parte de Dau, con expresiones como “Tu papá te quiere“?

OH.  Ese discurso de Estado protector y paternalista, que por mucho tiempo se utilizó, es una muestra clara de populismo. Es una necesidad de acercarse a la población y de decirle: ‘Estoy tan pendiente de ti como tu papá’. ‘Quiero lo mejor para ti, como tu papá’. Entonces, ‘tu papá te quiere, pero cuando tiene que castigarte te castiga porque está pendiente de ti’. Ese es el correlato de esa situación. 

También es un discurso cercano al compadrazgo en los pueblos del Caribe en general, entre esos grandes caciques políticos y la gente: aprecian al alcalde porque además de ser el alcalde es el compadre, es el padrino de sus hijos. 

En comunicación política esa estrategia se utiliza desde hace años. Charles de Gaulle, por ejemplo, fue como el papá de los papás políticos.

LCC. Entonces ante este panorama, Dau sí representa un punto de quiebre en la historia política reciente de Cartagena. 

OH.  Uno podría hacer una lectura de que, efectivamente, William Dau quiebra con las casas políticas y con lo que vivimos los últimos años aquí: una especie de captura de la Alcaldía, no solamente por parte de los candidatos elegidos sino por los encargados por el Gobierno Nacional. 

William Dau llega solo y esa es su cara y su cruz. El movimiento que está construyendo es variopinto. 

Ahí confluyen personas de distintos orígenes: técnicos, gremiales, que vienen de la izquierda, algunos de una izquierda más moderada, otros son de centro derecha. No me hubiera imaginado a personas muy valiosas y con un alto valor cívico como David Múnera, que viene del MOIR, trabajando al lado de María Claudia Peña, que ha estado más cercana a las iniciativas gremiales. 

Tal vez este es el gobierno más diverso que he visto en los últimos años en Cartagena, incluso más que el de Judith Pinedo, que venía de la academia y la sociedad civil. 

Pero si miramos los últimos alcaldes, incluso los que no salieron tan bien, no eran políticos de carrera, salvo Quinto Guerra. Dau es uno más de los alcaldes que no llega con el perfil de político tradicional: Judith Pinedo venía de la sociedad civil; Campo Elías, del periodismo; Manolo Duque, igual, y Dionisio Vélez, del sector privado. 

LCC. Pareciera que la ciudad quedó atrapada entre dos perfiles políticos: unos con poca experiencia en administración pública, pero que prometen cero corrupción, y otros que sí manejan la administración pública, pero pueden estar más asociados con prácticas clientelistas tradicionales. 

OH. Eso es una falsa dicotomía, porque probablemente vamos a encontrar personas que tienen conocimientos técnicos, que han trabajado en administraciones públicas y no están relacionadas con hechos de corrupción. Lo cierto es que este discurso de ver todo en blanco y negro, como no los plantea el alcalde, sí nos invita a pensar ese tipo de cosas. 

LCC. Finalmente, valdría analizar si tanto disenso entre los estamentos cartageneros termina fortaleciendo más a largo plazo la participación democrática que el unanimismo que, en cambio, ha primado la mayor parte del tiempo durante la última década en Barranquilla. Por supuesto, aclarando que episodios recientes como los de la audiencia de revocatoria no son propiamente dignos de mostrar.  

OH.  Cuando tenemos un sistema político tan cerrado y una casa política que domina el territorio, como sucede en Barranquilla o en muchos municipios de Bolívar, a la gente incluso le da pereza o miedo hablar. Se preguntan si por criticar al alcalde los echarán de la empresa o no les renovarán su contrato. La gente comienza a autocensurarse cuando ve que no hay muchas posibilidades de cambio. 

Eso puede estar ocurriendo en Barranquilla. Allá hay una academia valiente, sobre todo en el área de Ciencias Sociales, que tiende a separarse un poco de ese discurso que dice que todo va bien, pero esa reserva importante que mantiene la llama encendida es como un fósforo prendido en medio de un ventarrón. 

En Barranquilla no estamos asistiendo a la formación de una masa ciudadana crítica. Es muy frecuente escuchar: ‘Roban, pero están haciendo’ o ‘Mira, cómo está Barranquilla de bonita y esto antes de Char no pasaba’. Es muy difícil que en Barranquilla gane un candidato de voto de opinión no charista. 

A pesar de todos los problemas de desarrollo que tiene Cartagena, le sigo teniendo cariño a su sistema político porque permite la competencia. Una persona que se lance a la Alcaldía de Cartagena puede ganar sin el apoyo de los grupos tradicionales. En Barranquilla, la mayor parte de los candidatos ya sale con una desventaja bastante grande frente al de los Char. 

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