Todo gobernante necesita un propósito, un emblema que lo identifique: la seguridad fue el de Uribe; la paz, el de Santos; el cambio, en el caso de Petro; la biodiverciudad, el discutido legado del alcalde Pumarejo a Barranquilla, y así. Cuando ese estandarte no está definido, conviene buscar uno a las carreras o subirse a lo que aparezca: el presidente Duque, por ejemplo, no dejó pasar la oportunidad que le dio la pandemia para justificar su mandato. En la Barranquilla de los próximos cuatro años está claro que el tema que marcará la agenda de Alejandro Char será el de los Juegos Panamericanos de 2027.
Nadie niega la importancia de unas justas que son consideradas, por muchos, como el segundo evento deportivo de su tipo después de los Olímpicos. La pasada experiencia de los Centroamericanos y del Caribe de 2018, bajo la conducción del mismo Char, dejó la sensación de que la ciudad había dado un salto triple de calidad y de que a partir del concierto de clausura de Shakira los únicos robos serían los de las bases del estadio de béisbol Édgar Rentería y la movilidad por sus calles no volvería a ser tan tormentosa como una pista de BMX.
Pero no fue así. Cinco años después de los Juegos que catapultaron la imagen de Barranquilla de manera más mediática que real, la ciudad se encuentra acorralada por los problemas que sus gobernantes dejaron crecer a la sombra de los escenarios deportivos y del Malecón. Los preparativos para los Panamericanos no pueden desviar la atención de lo urgente.
Las extorsiones, los atracos, los homicidios, las bandas criminales, los carteles mexicanos no van a desaparecer con desempolvar el discurso de la transformación urbana de Barcelona 92. En medio de una guerra declarada de Los Rastrojos, Los Costeños, el Cartel del Golfo y las disidencias de estos grupos, pensar en términos de “imagen” es una insensatez.
Transmetro colapsó, y no parece existir alternativa diferente a seguir con los paños de agua tibia: refinanciar y refinanciar a los operadores, como una vena abierta, para que los buses puedan rodar. Es una buena noticia que el alcalde electo haya anunciado, entre los primeros nombres que formarán parte de su equipo, a los funcionarios que ocuparán la Secretaría de Tránsito y la gerencia del sistema masivo.
Lo mismo debe ocurrir con las personas que estarán a cargo de la seguridad —una de las banderas de su campaña fue la creación de una Secretaría para tal fin— y las estrategias para que los barranquilleros puedan salir de sus casas sin miedo a ser atracados o a tropezarse, “casual”, con una balacera. No basta con medidas populistas, pero poco efectivas, como sacar el Ejército a las calles o aumentar el pie de fuerza de la Policía, las grandes demandas son inteligencia y tecnología.
A julio de este año, la extorsión a comerciantes y transportadores creció en un escandaloso 520%, según el personero distrital Miguel Ángel Alzate, en información recogida por el diario El Universal. También a corte de ese mes, de acuerdo con la Policía Metropolitana, iban 356 homicidios, 759 hurtos a residencias, 1.679 hurtos de motocicletas y 317 hurtos de automóviles.
No incluye esa cifra de carros robados el Mazda 2 rojo del ingeniero Jack Ramírez Comas, de 23 años, asesinado el 1 de noviembre en el barrio Las Mercedes cuando llevaba a su novia a casa, crimen cometido por un ladrón que primero chocó voluntariamente el auto y luego le descerrajó un tiro en la cabeza a su dueño.
Quizá haya sido la foto de Orión, el bulldog de la víctima, parado en dos patas frente al ataúd de su amo, la que ha sensibilizado a una ciudadanía acostumbrada a que sus medios de comunicación reporten hechos similares cada semana, y la que por unos días distrajo la atención de los Panamericanos.