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Juan Alejandro Tapia /Foto: Cortesía

[Opinión] Fiesta brava

El alcalde de Barranquilla, Alejandro Char, ha sido cauteloso a la hora de criticar al presidente Petro por perder la sede de los Juegos Panamericanos. En su columna, Juan A. Tapia analiza cómo la diplomacia del mandatario local podría propiciar un acercamiento inesperado con el jefe de Estado.

Hay sangre en la arena y no es del torero. La pérdida definitiva de la sede de los Juegos Panamericanos ha sido para el presidente Gustavo Petro una estocada más dañina de lo que esperaba. Los banderilleros hicieron su trabajo, pero aguardaban que el alcalde de Barranquilla, Alejandro Char, rematara la faena. Por eso cuando lo vieron aparecer en el ruedo, no de lentejuelas, sino de negro entero, sin espada ni muleta, pero con el celular en las manos, la plaza empezó a corear: “¡Matadooor!… ¡matadooor!”.

Sin embargo, oh sorpresa, el alcalde dio una muestra de clemencia y dirigió la espada de sus críticas a otro lado: “Ante la ausencia del gran evento que ganamos en franca lid y que nos arrebataron, exigimos, señor Neven Ilic Álvarez, que devuelva a Barranquilla la cifra cercana a los 9.000 millones de pesos, más los intereses y todos los daños ocasionados a nuestra ciudad con su actuar desproporcionado”, escribió en la red social X el 4 de febrero.

Se refería a los dos millones de dólares que el Distrito depositó en las cuentas de Panam Sports, la organización que reúne a los comités olímpicos del continente y que es presidida por Ilic Álvarez, como abono para garantizar la sede de los Juegos en 2027. En una declaración previa, que no tuvo suficiente trascendencia en los medios de comunicación, el alcalde había ido más allá al afirmar que a él “el gobierno le cumplió”.

¿Por qué Char, uno de los exponentes de la clase política enfrentada al presidente de la República y blanco frecuente de sus ataques no aprovechó la oportunidad para darle la estocada final y salir en hombros? Hace un mes, en una columna titulada ‘Máscaras’, escribí sobre la actitud diplomática del alcalde desde que estalló el escándalo por la pérdida de la sede, el 3 de enero, correspondida por el jefe del Estado al convocarlo a una reunión en Bogotá el día 9 de ese mes.

La diplomacia, dije entonces, es un baile de máscaras, cubrirse la cara para no revelar motivaciones ni objetivos, pero sin dejar de moverse al ritmo de los acontecimientos. Y ha vuelto a suceder: a dos años y medio de terminar su periodo presidencial, Petro todavía es un rival de peso. Como el toro del ejemplo, es necesario que el acero atraviese su corazón al primer y único intento, de lo contrario, pobre del torero.

Petro montó un espectáculo para la prensa invitando al alcalde al Palacio de Nariño a debatir la estrategia a seguir con Panam, y después no movió un dedo para que la organización revirtiera su decisión. Habría sido una burla para cualquier otro, menos para Char, quien sabía exactamente lo que iba a pasar: el presidente jamás iba a firmar un cheque por 800 millones de dólares —costo estimado de los Juegos— para entregárselo en las manos.

Por eso su malestar no es tanto con Petro, sino con los que tuvieron la oportunidad de amarrar la sede para Barranquilla y no lo hicieron. “Cuando yo llegué a la alcaldía tuve un gobierno que me acompañó, pero desafortunadamente los insucesos ocurrieron en 2023”, fue la respuesta de Char al ser interrogado por periodistas de la ciudad un par de horas antes de la Guacherna. “La culpa es de otros”, dijo, con molestia visible.

Son muchos los que le exigen a Char, a través de las redes, que dirija sus ataques al presidente y no se escude en nadie. Supongo que mayor será el número de quienes se lo piden en privado. Sin embargo, el alcalde ha mantenido la cabeza fría, virtud que en sus dos primeras administraciones no había dado muestra de poseer. Aunque herido, Petro es un toro de lidia, con los cuernos afilados.

Atacado por todos los flancos, el presidente parece estar acorralado, lo que puede resultar favorable a los intereses de Char si no se deja llevar por el clamor de las hordas antipetristas. En deuda con Barranquilla tras la pérdida de la sede por su evidente falta de voluntad política, la diplomacia del alcalde podría conducir a un acercamiento hasta hace poco impensable.

@jutaca30

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