fbpx
Coronavirus caldea el hambre en la Cartagena más pobre

La Alcaldía de Cartagena reparte, desde finales de marzo, mercados entre la población más pobre para mitigar el impacto económico por el coronavirus. /Foto: Ofiprensa Unidad de Gestión del Riesgo.

Coronavirus caldea el hambre en la Cartagena más pobre

Las arengas por comida, que los últimos días se escuchan desde los barrios periféricos de La Heroica, sacan a relucir otra vez la pobreza de una capital con la mitad de sus trabajadores en la informalidad y a quienes la cuarentena golpea con fuerza.

El hambre es uno de los problemas que se ha agudizado en Cartagena durante el confinamiento. El desesperado clamor por comida se escucha desde esta semana en los barrios más pobres de la ciudad, poblados en su mayoría por ciudadanos que viven del rebusque diario y ven disminuir sus ingresos al no poder trabajar, desde hace tres semanas, en las calles, playas, mercados ni en el Centro Histórico.

Cacerolazos, realizados en Ciudad del Bicentenario y El Pozón.

Publicaciones en redes sociales, desde Nelson Mandela.

El miedo por una posible escasez de alimentos en Olaya. 

 

 
 
 
 
 
Ver esta publicación en Instagram
 
 
 
 
 
 
 
 
 

 

#DiarioDeLaCuarentena: Desde tempranas horas de este Jueves Santo, habitantes del barrio Olaya Herrera, sector La Magdalena, desinfectan con agua y jabón las fachadas de sus casas. Estos cartageneros no bajan la guardia ante el coronavirus y se han tomado muy en serio la cuarentena. Se han puesto ‘la 10’ para ayudar a quienes más lo necesitan. Trabajadores informales que no han podido salir a ganarse el pan diario o que pese a salir regresan al hogar con pocos pesos en sus bolsillos. En su mayoría, son personas dedicadas al mototaxismo, a la peluquería o a las ventas ambulantes de frutas, verduras o bollos. Por eso, en el barrio no falta la preocupación por una eventual escasez de comida. Desde la semana pasada, los vecinos celebran jornadas de oración desde sus casas y en las conversaciones que sostienen en sus terrazas es común escucharlos extrañar la cotidianidad perdida y anhelar que esta emergencia pase pronto. [Entrada enviada por @luisafmz]

Una publicación compartida de La Contratopedia Caribe (@lacontratopediacaribe) el

Y trinos con los que le piden al Alcalde mayor ejecución de recursos  retratan parte del drama de los más vulnerables y reflejan lo lenta que llega a ser la respuesta estatal en algunos barrios, pese a los millonarios recursos invertidos por el Distrito en mercados; los giros de subsidios nacionales y las campañas de donación impulsadas por la misma Alcaldía y el sector privado.

Los reclamos por comida aumentan la presión sobre el alcalde William Dau, quien desde el inicio de la crisis prometió que a nadie le faltaría el alimento: “Mientras yo sea alcalde, en Cartagena nadie pasará hambre”, dijo el 30 de marzo, desde el Palacio de La Aduana, al tiempo que presentaba su Plan de Acción para mitigar los estragos sanitarios, sociales y económicos del coronavirus en esta ciudad. 

Una promesa que pareciera imposible de cumplir en una capital con el mayor nivel de pobreza entre las principales urbes colombianas, con dos semanas de cuarentena por delante y sin la certeza de cuándo volverá la normalidad laboral.

El retrato de la pobreza

La cuarta parte de los cartageneros, casi 270.000, no gana lo suficiente para costearse un techo, pagar los servicios públicos ni comer tres veces al día. A esa cifra se suman 35.229 habitantes más -el 3% de la población- que viven en la indigencia porque se ganan menos de $117.605 al mes, recursos que no les alcanzan ni para garantizar su alimento diario, señala el más reciente informe de Calidad de Vida de Cartagena Cómo Vamos, publicado en agosto de 2019.

Calle de El Pozón

Image 6 of 6

Calle del popular barrio El Pozón, en el sur de Cartagena.

Esa población pobre está distribuida en 40 barrios, con los índices más altos de necesidades básicas insatisfechas, asentados a la orilla de la Ciénaga de la Virgen, en la Loma de Albornoz, las faldas de La Popa y 25 corregimientos, en casas sin estándares mínimos de construcción y con hacinamiento. De hecho, dada la baja calidad de datos públicos, a Cartagena le es imposible calcular el déficit cualitativo y cuantitativo de sus viviendas.

Especialmente, la pobreza es más crítica en las poblaciones insulares de Barú y Tierrabomba porque el 97% de sus hogares no posee agua potable ni alcantarillado. Sus habitantes tampoco tienen acceso a un servicio de salud de calidad. Una fotografía opuesta a los imponentes edificios de Castillogrande, Manga y Bocagrande, que desde allí se ven, y a los hoteles de lujo de estos balnearios, al alcance de quienes llegan en yates o lanchas sin tener que ver a los isleños chapoteando en calles de barro.

De ese retrato de pobreza también hace parte el rebusque: el 55% de los cartageneros ocupados dijo haber obtenido informalmente sus ingresos, entre noviembre de 2019 y enero de 2020, según el Dane. Eso quiere decir que hasta antes de la cuarentena más de la mitad de la población trabajadora vivía de lo que la calle les diera a diario.

Parte de ese golpe económico por el coronavirus se vio reflejado en varios sectores cartageneros desde el 26 de marzo pasado, cuando las familias subsidiadas por el Gobierno nacional comenzaron a salir para cobrar los giros del programa Familias en Acción. 

Este programa les gira cada dos meses a los más pobres de Colombia -40.770  de ellos en Cartagena- recursos que varían si cumplen unos requisitos de salud y educación. Además del pago ordinario, cada familia comenzó a recibir $145.000, dispuestos por la Presidencia para aliviar la crisis económica por la pandemia. 

Pese a que Edgar Arrieta Caraballo, encargado de ese programa en Cartagena, les recordó a las familias que no era necesario salir al mismo tiempo porque tendrían los subsidios consignados para usarlos según los fueran necesitando, la zozobra por la falta de plata generó largas filas en cajeros y establecimientos comerciales, sin las medidas de autocuidado necesarias para evitar el contagio.

Mercados contratados y donados

Hasta este viernes 10 de abril, la Alcaldía había repartido más de 21.000 mercados en 30 barrios de Cartagena, después de dos semanas de entregas en medio de críticas porque esas ayudas no habían llegado a todos los hogares pobres.

Fernando Abello Rubiano, director de la Oficina Asesora para la Gestión del Riesgo de Desastres de Cartagena, dijo que los últimos días el Distrito ha mejorado su logística de distribución con 12 camiones que tienen una capacidad de entrega de hasta 400 mercados cada uno.

Hasta ahora, la administración de Dau ha comprado 32.367 mercados, a través de dos contratos por $2.790 millones que son los más millonarios de los firmados desde el 24 de marzo para atender la emergencia sanitaria. Cada mercado tiene 17 productos, según los lineamientos de Gestión del Riesgo. 

El contrato de mercados más reciente lo firmó la secretaria general Diana Martínez, el 30 de marzo, por $890.000.000. Le compró 10.000 mercados a la empresa cartagenera Veneplast Ltda.

Aunque esa empresa es más reconocida en Cartagena por el comercio de libros, periódicos, materiales y artículos de papelería, en su certificado de Cámara de Comercio registra como actividad comercial la compra y venta de productos de aseo, víveres, abarrotes y comestibles.

Justamente por ser reconocida como una empresa de compra y venta de artículos de papelería, este contrato de mercados de la Alcaldía ha sido criticado por algunas veedurías de la ciudad y en redes sociales, desde donde han puesto en duda la idoneidad de Veneplast para dicha ejecución (Lea más detalles de esa empresa aquí).

Ante las críticas, la Alcaldía expidió el Jueves Santo un comunicado detallando las pruebas que adjuntó Veneplast durante el proceso de contratación por lo que, dice el Distrito, es un proveedor de mercados idóneo.

Antes del contrato con Veneplast, la Alcaldía le había comprado, el 25 de marzo, a Invercomer del Caribe SAS (dueña de Megatiendas) 22.367 mercados por $1.899 millones (Lea más detalles de esa empresa aquí).

A esas compras públicas se suman donaciones de privados, como la Fundación Mario Santodomingo. Esa organización comenzó a entregar este Viernes Santo 7.000 tarjetas, con $55.000 cada una, canjeables por comida en supermercados y con la promesa de recarga quincenal mientras dure la emergencia.

Las próximas semanas se sabrá si los mercados seguirán siendo la inversión más millonaria del Distrito en tiempos de coronavirus para intentar saciar el hambre y evitar la multiplicación de los cacerolazos en la Cartagena más pobre.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Suscríbete a La Contratopedia Caribe

Share This