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Gabriel Olier Delizza. /Foto: Archivo particular.

[Opinión] El futuro de Barranquilla: entre la continuidad y la necesidad de autocrítica

Si el charismo no debate de frente asuntos cruciales para Barranquilla, como la inseguridad o la alta tarifa de energía, ayudará a empoderar a una oposición cada vez más estridente. Gabriel Olier opina que esquivar esos temas no es el camino.

Durante los últimos 16 años, ciudades como Bogotá, Cali, Medellín y la más cercana, Cartagena, han experimentado cambios en su liderazgo, alternando su planificación y modelos de gestión urbana.

Esos cambios han generado opiniones divididas: algunos ven en ellos obstáculos para la continuidad de macroproyectos, mientras que otros valoran la alternancia en el poder y los nuevos aires en la toma de decisiones.

Solo Barranquilla ha mantenido un modelo de gestión constante durante ese período. No entraré en juicios de valor sobre sí 16 años de un mismo modelo han beneficiado o no a Barranquilla. Es innegable que hay aspectos positivos y negativos.

Sin embargo, lo que sí es evidente es el desgaste. La ciudadanía ya no se deslumbra tan fácilmente con nuevas obras, lo que me lleva a reflexionar sobre la capacidad de autocrítica del actual liderazgo político y su impacto hacia la transición futura.

Si evitamos discutir temas cruciales como la seguridad, el transporte y la competitividad, esta última severamente impactada durante la pandemia de coronavirus, podríamos estar dejando espacio para que un discurso de ciudad radicalmente opuesto al actual encuentre eco en la ciudadanía. Los dirigentes políticos de hoy tienden a esquivar estos problemas, pero la demanda por abordarlos es cada vez mayor.

Ni el más ferviente defensor del modelo charista está satisfecho con las tarifas de energía, la seguridad o los impuestos que afectan la competitividad. Operar en Barranquilla, por ejemplo, se ha vuelto menos atractivo y muchos empresarios encuentran más fácil y rentable trasladar sus operaciones fuera de la ciudad o, incluso, del país, limitándose a comercializar localmente.

Es crucial que la dirigencia local abra un espacio de autocrítica y asuma un discurso que cada vez resuena más entre los ciudadanos. De lo contrario, estarán cediendo terreno a una oposición naciente.

La transición hacia un nuevo liderazgo puede ser moderada y ordenada, o puede darse de manera brusca y conflictiva, dependiendo de la capacidad de quienes hoy ostentan el poder para reconocer y corregir las fallas o limitaciones de su modelo de gestión.

El desgaste es evidente y, para que Barranquilla avance, es esencial que su dirigencia política no solo se enfoque en nuevos proyectos de infraestructura, sino también en mejorar los aspectos fundamentales que afectan la calidad de vida de sus habitantes.

La capacidad de autocrítica y la disposición para enfrentar los problemas de frente (no por los lados ni con eufemismos) serán determinantes para el futuro de nuestra ciudad.

@GabrielOlier

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