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Alfredo Sabbagh Fajardo /Foto: Cortesía

[Opinión] Crisis por el lucro

Las Humanidades suelen estar entre las áreas de estudio con mayor número de egresados arrepentidos, debido a la baja remuneración o a la inestabilidad de esos perfiles en el mercado laboral. Alfredo Sabbagh recuerda que es necesario ver la formación profesional más allá de sus posibilidades económicas.

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Volvió a circular esta semana un estudio que señala las carreras universitarias de las que sus egresados se arrepienten de haber estudiado. Inicialmente realizado en Estados Unidos y complementado ahora con datos de España, los datos coinciden en el periodismo, la comunicación, la sociología, el arte y la educación como las de mayor índice de retracto, debido a la falta de oportunidades laborales estables y los bajos sueldos; a los que debemos sumar, particularmente en el caso del periodismo, una creciente pérdida en la credibilidad y respeto por el papel que se supone juega en el tejido de cualquier sociedad.

Estos datos bien pueden entenderse como reflejo de lo que en su momento la filósofa estadounidense Martha Nussbaum trató en su reputado libro Sin fines de lucro. Por qué la democracia necesita de humanidades, donde expone la imperiosa necesidad de dejar de ver al individuo como un objeto sobre el que imponer patrones de consumo para asumirlo como un sujeto pensante y vinculado socialmente.

Esas presiones sobre el individuo vienen tanto de su entorno cercano como del ambiente de competencia en procura de riqueza en que se desenvuelve. Nussbaum planteaba que esas presiones influían en lo que consideraba una visión utilitaria y profesionalizante de la formación, llena de destrezas, herramientas y habilidades; pero poco profunda en análisis, contexto y desarrollo del pensamiento crítico.

Poco más de una década después, sus postulados podemos complementarlos con la lamentable permeabilidad con que el pensamiento peyorativo de las humanidades y sus profesiones afines se ha expandido en muchos jóvenes que buscan caminos más expeditos, inmediatos y, por qué no decirlo, fáciles.

De hecho, bien pudiéramos decir que esta segunda etapa de la crisis de las humanidades hace parte de la crisis generalizada que vive la educación superior en buena parte del mundo, donde tiende a disminuir el número de estudiantes dispuestos a dedicar varios años de su vida a una formación que en muchos casos los dejará endeudados y que no asegura una rápida o provechosa inserción en el mercado laboral, máxime después de una pandemia que diezmó millones de negocios y empleos a nivel global.

Ante este panorama, lo peor que se podría hacer es claudicar. Desde la academia es menester seguir incluyendo a las artes y las humanidades como opciones de carrera y como complemento formativo de todos los programas que se ofrecen. Se debe insistir porque es socialmente necesario, porque una comunidad sin quien la eduque y sin quien proponga maneras de entenderla está condenada al fracaso. No todo puede ser plata en la vida.

Y en el caso del periodismo, lo primero es entender el enorme daño que le hizo tanto al oficio como a la sociedad el que, valga la expresión, hiciera carrera el sentarse a manteles con el poder y servir de parlante del discurso hegemónico antes que de la voz ciudadana. Ese es el primer mea culpa.

Toda crisis es igualmente una oportunidad. A lo mejor el péndulo de la historia en unos años se devuelve y las humanidades recuperan el lugar que les corresponde. Mientras tanto, así seamos pocos, no podemos darnos por vencidos. No ahora.

@alfredosabbagh

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