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Alfredo Sabbagh Fajardo /Foto: Cortesía

[Opinión] Con el Dr. Blanco

En Barranquilla las elecciones a la Alcaldía están cantadas desde hace semanas: todas las encuestas dan como ganador a Alejandro Char. En su columna, Alfredo Sabbagh analiza cómo el voto en blanco es una opción válida para quienes no se sienten atraídos por ninguna de las seis candidaturas al Paseo de Bolívar.

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A menos de un mes de las elecciones, es verdad de Perogrullo el que la Alcaldía de Barranquilla ya tiene ganador. Por la maquinaria, los votos amarrados que le suman sus empresas y las de sus socios, y sin duda un electorado que genuinamente le cree y lo considera la mejor opción, Alejandro Char no tiene rival entre sus contrarios y al parecer tampoco relevo entre los propios.

Que presente por tercera vez su nombre al mismo cargo, particularmente ahora con la encarcelación de su hermano y las investigaciones abiertas en su contra no solamente es llamativo sino democráticamente preocupante. La ausencia absoluta de liderazgos emergentes dentro de sus mismos partidarios, el nulo debate basado en propuestas, y la sensación de que no veremos elección sino coronación connotan una mala sensación de democracia encapsulada, o en este caso, “encachuchada”.

Siendo realistas, mientras el teflón de Alex siga fuerte con Fiscalía, Procuraduría y gran prensa como aliados, poco o nada interesa en sus filas la citada ausencia de nuevos liderazgos. Con un par de buenas contrataciones para el Junior, los Juegos Panamericanos y unos cuantos kilómetros más de cemento que le festejen a cuenta de generosas inversiones publicitarias, sentirán que habrán cumplido. Miran de reojo la evolución del caso de Arturo y lo que pueda decir Aida Merlano. Aunque ya no tanto como antes, blindados siguen.

Y aunque suene repelente, el que haya corrido la afirmación de que si no es por Char no hay por quién votar tiene buena parte de responsabilidad la falta de cohesión en el discurso y acciones de las voces que escapan al coro unánime y halagador. Ya sabemos que el Concejo está atiborrado de áulicos aprobadores a pupitrazos y que los pocos que parecían independientes se diluyeron entre aplausos cómplices. Por ahí no es, y la verdad es que no se ha podido consolidar una figura alternativa basada en propuestas.

Ojalá, por el bien de la democracia y para evitar el tufillo de aburrido requisito que acompaña estas elecciones para la Alcaldía, el tema cambie en tres años.

De todos modos, vale la pena recordar que el derecho ciudadano de ejercer por quien votar incluye el dejar claro que ninguna de las propuestas convence. Contrario a lo que los extremos insistan en vociferar, votar en blanco es una opción tan válida en democracia como cualquier otra, y mucho mejor votar que no hacerlo.

El voto en blanco envía señales inequívocas de una ciudadanía que está ávida de propuestas, ideas y liderazgos que cautiven; y al mismo tiempo le dice a los que están que sus discursos no convencen y que el voto no se regala. En una ciudad y un departamento cooptados por el unanimismo, las malas prácticas electorales, el voto amarrado y más de un cacique queriendo coronar a sus herederos, bueno es que el voto en blanco se haga sentir.

Tiene mi apoyo, Dr. Blanco.

@alfredosabbagh

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