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La Cocina de La Contratopedia Caribe

La prensa no necesita a un alcalde moderador

Entre las múltiples confrontaciones que protagoniza el alcalde de Cartagena, William Dau, hay una que es constante: su enfrentamiento con un sector de la prensa local. Es usual escucharlo hablar en público de “periodistas de estómago”, para cuestionar a ciertas firmas y ciertos contenidos.

Con esa expresión peyorativa, de vieja data en Cartagena, Dau hace alusión a la posible existencia de corrupción en el gremio periodístico local. Sobre todo por publicaciones de contenidos condicionadas por pauta publicitaria, órdenes de prestación de servicios o pagos por debajo de la mesa. Asuntos sobre los que siempre ha habido ruidos en esta capital (y en otras), pero que sin pruebas sólidas se quedan sólo en rumores.

Esas costumbres a las que Dau alude, sin duda, son condenables, porque atentan contra tres de los pilares fundamentales del periodismo: el servicio público, la búsqueda de la verdad y la independencia. Ciertas complicidades entre los reporteros y los poderes que cubren, sin duda, perpetúan esas malas prácticas.

Sin embargo, aunque Dau use con frecuencia esa narrativa, debería recordar que no es su función fungir de moderador de contenidos por el poder que ostenta y porque haciéndolo le abre la puerta a la censura. Intentando exponer a unos, es posible que termine satanizando el ejercicio periodístico. Especialmente, al que lo cuestiona.

Como ha dicho la Fundación para la Libertad de Prensa (Flip), cuando una figura pública eleva su voz para señalar el trabajo periodístico, el eco llega hasta sus seguidores, que suelen reaccionar de manera violenta en contra de esa labor. Solo basta con mirar a Venezuela para encontrar una libertad de prensa minada por el chavismo, que valiéndose de señalamientos a determinados canales y periodistas, generó un ambiente tan hostil para los reporteros que algunos, incluso, están hoy en el exilio.

Tampoco es deber del alcalde Dau actuar como curador de medios, recomendando qué leer o a quién seguir, como lo hizo la primera semana de julio con La Contratopedia Caribe, después de haber encontrado allí un contenido que le es funcional en su pugna con el Concejo: el concurso exprés que esa institución convocó para contratar a una universidad que apoye la elección del contralor distrital.

Ese tipo de recomendaciones, de hecho, juegan más en contra del medio que a favor. Son como una especie de abrazo del oso, porque a primera vista parecen bien intencionadas, pero pueden leerse como si existiera un guiño editorial del portal hacia el gobernante.

Cuáles contenidos consumir o cuáles no lo decide la audiencia. En sociedades democráticas los medios no necesitan que los gobernantes hagan esa tarea. El público, cada vez más suspicaz, va encontrando su propia ruta de lectura y sabe quiénes merecen credibilidad y quiénes no. En últimas, medios con intenciones distintas a la búsqueda de la verdad se invalidan por sí solos, ante los ojos de todos.

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