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Juan Alejandro Tapia /Foto: Cortesía

[Opinión] Barranquilla (Miami) Vice

Una serie policíaca de la vida real, similar a Miami Vice, tiene como escenario a Barranquilla. Atentados cinematográficos demuestran el poder de penetración del crimen organizado en la ciudad, plantea Juan A. Tapia en su columna.

Corría 1984, la explosión de la cocaína hacía de Miami un paraíso para consumidores y traficantes. Playas, discotecas, yates, autos deportivos, mansiones y centros comerciales obnubilaban a los turistas que llegaban a la ‘ciudad del sol’ a gastar sus ahorros. En ese contexto, el productor Michael Mann, quien luego emprendería una carrera exitosa como director de cine, lanzaba, el 28 de septiembre, el primer episodio de una serie de televisión que definiría la estética del nuevo rico latino: Miami Vice, traducida para algunos países como Corrupción en Miami, retrato de una sociedad de espejos, embrujada por el dinero fácil, en la que glamour y sangre, policías y bandidos, política y mafia aparecían entremezclados en cada capítulo.

Quizá, después de todo, Barranquilla y Miami se parezcan más de lo que sugirió en su cuenta de X la gerente de Ciudad del Distrito, Ana María Aljure, en un post sobre el Malecón del Río que le costó burlas y reclamos de usuarios que aprovecharon para hacer comparaciones sobre temas de infraestructura, servicios públicos y calidad de vida en general. Sin proponérselo, la funcionaria dio en el clavo: la criminalidad galopante, alimentada por el narcotráfico, ha convertido a la capital del Atlántico en el escenario de una serie policíaca de la vida real: Barranquilla Vice.

La acción cinematográfica ejecutada por los 11 sicarios disfrazados de policías que entraron a una clínica y asesinaron a dos escoltas de Jorge Luis Alfonso López, hijo de la fallecida reina del chance Enilce López, entre ellos al exparamilitar Edelmiro Anaya González, implicado en el homicidio del alcalde de El Roble (Sucre) en 2003, revela el poder de penetración del crimen organizado. A los pistoleros no les importó que sus rostros fueran captados por las cámaras internas antes, durante y después del atentado. Estaban seguros de que no iba a pasarles nada.

Nominado al Oscar por su película El Informante, Michael Mann nunca ha abandonado su pasión por el cine de gánsteres y policías. En su filmografía sobresalen títulos como Colateral, Enemigos Públicos y la inolvidable Fuego contra Fuego, un clásico del género que permitió ver por primera vez en un diálogo frente a frente a Robert de Niro y Al Pacino. La masacre del clan Vega Daza, perpetrada en Villa Campestre el 29 de junio de 2023, parece sacada de esta cinta de 1995, que no escatima en balas ni muertos.

Como en Fuego contra Fuego, los asesinos —algunos testigos hablan de un solo mercenario— llevaron el uso de la violencia al extremo, desataron un infierno en una de las zonas más exclusivas del área metropolitana de Barranquilla y se marcharon antes de que los vecinos escucharan la primera sirena de las autoridades. Ese mismo día, por la noche, iluminaron el cielo barranquillero con juegos pirotécnicos para celebrar la muerte del patriarca del clan Vega y dos de sus hijos.

Barranquilla Vice es un territorio en disputa, hoy por hoy el más apetecido por los carteles de la droga y la extorsión. El fenómeno de la violencia ya no es pasajero ni coyuntural, sino endémico. Hasta antes de la pandemia coexistían, con enfrentamientos ocasionales, el Clan del Golfo, Los Costeños, Los Rastrojos Costeños y Los Pepes. Pero las cuarentenas hicieron que el flujo de dinero disminuyera y no alcanzó para todos. Unos empezaron a matar a otros, y desde entonces el derramamiento de sangre no ha parado.

En los barrios del sur, suroriente y suroccidente, los pistoleros rasos luchan por el control territorial para apoderarse de las rentas de la extorsión y el microtráfico sin tener que repartirlas con la competencia. En el norte excluyente, las apariencias mandan. Detrás de la fachada de una barbería o un restaurante de moda o un concesionario de carros o un consultorio médico o un almacén de ropa fina o un colegio de niños bien puede esconderse el lavado de activos para las mismas bandas criminales que riegan de sangre un sector y de dinero malhabido, otro.

¿Qué hizo especial a Miami Vice para convertirse en un ícono de su época? ¿Fue denunciar la penetración del narcotráfico en todas las esferas? ¿Acaso sus muy bien logradas escenas de acción? No. Lo que le dio reconocimiento internacional fue su estética de camisetas de colores pastel debajo de chaquetas Armani, mocasines sin medias y gafas de sol, que transformó a los actores Don Johnson y Philip Michael Thomas en referentes mundiales de la moda. El estilismo que, 40 años después, sirve de máscara para los mayores testaferros de esta Barranquilla Vice.

La comparación con Miami es un viejo anhelo aspiracional de varias generaciones de barranquilleros. Pero fuera de dos o tres manzanas con pichones de rascacielos, que por la ostentación caricaturesca de las clases altas son conocidas como “Quillami”, el supuesto parecido no va más allá del clima soleado y las palmeras sembradas con el propósito de imitar a la ciudad del sureste de Florida. Muchos de esos barranquilleros, entre ellos algunos funcionarios de la Alcaldía, crecieron con el jingle de un comercial de televisión que en los años 80 redefinió el sueño americano: “¿De dónde son tus zapatos?/ Los traje de Miami/ Mentira, mentira, son Jazz”.

@jutaca30

2 respuestas a “[Opinión] Barranquilla (Miami) Vice

  • Se han dedicado a escribir pastorales , estoy de acuerdo con el símil con Miami Vice , pero ahondaron tanto en la serie que parece centrado en ella que en Barranquilla

    • Creo que leímos un artículo distinto. La comparación estuvo bien lograda, a mi parecer. Lo irónico de siempre quererse parecer a Miami terminó en compiarle a esa ciudad sus peores cosas.

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