Juan Alejandro Tapia /Foto: Cortesía
[Opinión] Retratos del Malecón
El Malecón del Río es la obra consentida del alcalde Alejandro Char, el símbolo de los cinco periodos consecutivos de su grupo político. Pero es necesario recordarle que no es su dueño, como tampoco de la ciudad que gobierna por voto popular, plantea Juan A. Tapia sobre la personalidad del mandatario.
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Aunque escribo con frecuencia en contra del político Alejandro Char, no me cuesta trabajo reconocer la capacidad de gestión del alcalde Álex Char. Para no ir lejos, sus primeros 100 días de gobierno, en esta tercera administración, son el mejor ejemplo: consiguió que el Concejo de Barranquilla le aprobara un endeudamiento por hasta tres billones de pesos; licitó, adjudicó y puso la primera piedra del Malecón del Suroriente; se quedó con la tasa de seguridad de la Gobernación del Atlántico y emprendió el más ambicioso plan tapa huecos que recuerde la ciudad. Todo mientras algunos mandatarios, cercanos a él incluso, apenas están acomodándose en su silla.
Es el estilo Char, que tan profundo ha calado en la sociedad barranquillera sin importar la condición social: hacer, mostrar y magnificar. El 24 de marzo, el alcalde anunció en los medios de comunicación que la Unidad Funcional 3 del Malecón del Río, junto a la estatua de Shakira, estaba a punto de entrar en servicio. Semanas después, en un paseo familiar que aproveché para conocer el tramo recién construido, pude comprobarlo: en el parque infantil ya no cabía un niño más; las canchas de fútbol y voleibol playa, a reventar; los restaurantes, sin una mesa disponible. La sensación de bienestar, de vivir en la ciudad pujante que describe la prensa local, me embargó.
Una pregunta ha dado vueltas en mi cabeza desde entonces: ¿en qué momento dejé de confiar en Alejandro Char? ¿Fue cuando quedó al descubierto el entramado de corrupción en la Triple A que salpicó a su gran amigo Héctor ‘el oso Yogui’ Amarís? ¿Acaso obedeció a los señalamientos en su contra por compra de votos y ‘carrusel’ de la contratación después de la captura de Aida Merlano en la Casa Blanca? ¿Quizá fue por las denuncias de pago de coimas durante la construcción del megatanque de Siete de Abril?
Perder la confianza en un político es fácil. Pero si ese político es el alcalde que canalizó el arroyo que hacía colapsar tu calle y amenazaba con inundar tu casa; el que cambió la cara del parque de tu cuadra, que pasó de guarida de drogadictos a punto de encuentro de vecinos que madrugan a ejercitarse, hace falta un componente emocional de mayor intensidad para que las denuncias y revelaciones en su contra cobren sentido y abras los ojos.
Ese momento llegó cuando Aida Merlano entregó a la Corte Suprema de Justicia, en febrero de 2022, las fotografías y chats de su relación amorosa con Char, que comenzó durante la campaña de este a la Alcaldía en 2015. Difiero de quienes opinan que la vida sentimental de un gobernante carece de importancia mientras no afecte sus decisiones públicas, porque no existe forma de partir a una persona en dos, al político del ser humano y viceversa. No fue por moralismo, en todo caso, sino por la escandalosa ostentación de poder que me reflejó la imagen de la pareja en un pícnic nocturno en el Malecón del Río.
Esa noche, mientras cada uno bebía champaña de la copa del otro, protegidos por un séquito de guardaespaldas, “Alejandro me regaló el Malecón”, aseguró la exrepresentante conservadora, en ese entonces detenida en Venezuela. El mismo Malecón que -como conté al principio de esta columna- hace unos días volví a visitar y del que me enorgullezco como habitante de esta ciudad. El Malecón que es la obra consentida del alcalde Char y que le garantiza un lugar de honor en la historia de Barranquilla. El Malecón que nadie distinto a él podría regalar, con la luna chiquitica y morenita de testigo, sin sonar a cursilería.
El problema está en creer que puede regalar lo que no le pertenece. El Malecón fue construido con plata pública, no con capital privado, por lo tanto es de todos los barranquilleros. No es su dueño, así lo haya visionado, gestionado y ejecutado con voluntad de hierro. Tampoco lo es de la ciudad que gobierna por encargo del voto popular, aunque las inversiones de su familia, que saltan a la vista en cualquier esquina, lleguen a confundirlo.
Desconozco si Alejandro Char pronunció las palabras que según Aida Merlano la “deslumbraron” esa noche en el Malecón. Pero es un hecho que para que el político más poderoso de Barranquilla haya podido llevar a cabo su cita extramatrimonial con la entonces dirigente del gerleinismo, sobre un lecho de rosas rojas frente al río Magdalena, fue necesario cerrar el acceso a la ciudadanía para evitar fotos y videos comprometedores o, como mínimo, violar la restricción horaria reglamentada por la Alcaldía para el uso de las instalaciones. Así que no tuvo reparo en tratar el Malecón, por un capricho de seductor, como una más de sus propiedades. Quizá porque, en efecto, lo considera parte de su inventario.