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[Opinión] La representación importa

Laura Romero De La Rosa /Foto: Rafael Bossio

[Opinión] La representación importa

Más de la mitad de las personas que se reconocen como afrodescendientes en Cartagena son mujeres. En esta columna, Laura Romero analiza cómo ser una mujer negra y afrocaribeña es un constante acto de resistencia en Cartagena.

Cada 25 de julio se celebra el Día de la Mujer Afrodescendiente, establecido así en 1992 en Santo Domingo durante el Primer Encuentro de Mujeres Afrolatinas, Afrocaribeñas y de la Diáspora con la intención de reconocer el trabajo de las mujeres afrocaribeñas y de la diáspora por la lucha en contra de la discriminación, la pobreza, las violencias basadas en género y la segregación. 

Los días conmemorativos en ocasiones se convierten en un saludo a la bandera, pero para los pueblos históricamente marginados (sobre todo por motivos raciales) son importantes para reconocer las diversas formas de resistencia que nos han permitido ser a partir de la diferencia. 

En Cartagena, más de 200.000 personas se reconocen como afrodescendientes, según el censo del Dane de 2018, y dentro de esa cifra, poco más del 50% son mujeres, proporción algo superior al número de varones, un dato importante a tener en cuenta. 

En medio de esa lucha por la representación en términos equitativos, también se suma el poder simbólico. La participación de las mujeres caribeñas y afrodescendientes en la escena política toma relevancia si consideramos lo que el legado colonial ha dejado instalado sobre nuestra sociedad, acomodada en la instrumentalización de mujeres negras vestidas con trajes de colores para la foto del recuerdo o que sigue pensando en las estéticas de las mujeres negras como algo inferior. 

“El afro es un símbolo de la resistencia diaspórica, un rechazo a un sistema de valores impuesto que nos degradaba”, dice la escritora Emma Dabiri en su libro No me toques el pelo.

El día que se dio a conocer la candidatura a la Alcaldía de Cartagena de Judith Pinedo ‘Mariamulata’, revisando los comentarios en las redes sociales de un medio de comunicación de la ciudad me encontré con el comentario “primero que se vaya a peinar”. Desde que Pinedo retornó de su tiempo recluida en la cárcel, ha dejado ver su cabello rizado natural.

“Yo estaba presa, pero mi cabello estaba libre, creció como era de verdad, verdad”, dijo Judith en una entrevista a un medio nacional sobre su cabello, contando que en la cárcel era imposible continuar alisándolo. 

En la lucha por la representación simbólica de los pueblos negros, el cabello rizado o afro natural también representa un acto político, en una ciudad donde el racismo se vive de muchas formas y que fácilmente se camufla entre actitudes condescendientes, bromas y comentarios que quieren parecer satíricos. 

¿Acaso el cabello rizado o afro natural no es digno de ser mostrado?

Por años, las mujeres afrodescendientes hemos vivido el control sobre nuestros cuerpos y principalmente sobre nuestros cabellos. Esperábamos nuestra fiesta de 15 años anhelando que pasara el químico de raíz a puntas para hacer desaparecer la onda; en la adultez, la búsqueda de trabajo implicaba lograr un cabello liso impoluto porque solo así demostraríamos ser aptas para un puesto y no por nuestras capacidades y formación académica.

Ser una mujer afrodescendiente en esta ciudad es un constante acto de resistencia. Las luchas reivindicativas se ven atravesadas por marcadores como la clase y el acceso económico. 

En esa carrera por llegar a la Alcaldía de Cartagena también estuvo hasta hace poco Lena Acosta, mujer negra y abogada, a quien en 2004 junto a su hermana les impidieron la entrada a una reconocida discoteca en el Centro Histórico de Cartagena. Su caso se convirtió en un precedente: de la sentencia resultado del proceso legal que instauraron, nació la Ley 1482 de 2011, que también se conoce como Ley Antidiscriminación

Los establecimientos como discotecas y restaurantes frecuentemente se refugian en el chocante “nos reservamos el derecho de admisión” para impedir la entrada de personas negras, bajo una narrativa que ha favorecido la forma como se hace turismo en esta ciudad.

La conciencia de exclusión y segregación que instala el racismo, por un lado nos auto-excluye de la participación en ciertos espacios y, al mismo tiempo, se convierte en una expresión de poder para sostener el statu quo. Es por eso que la participación de las mujeres negras y afrocaribeñas es importante, en medio de figuras masculinas blancomestizos con agendas que favorecen imaginarios sociales hegemónicos.

@rosacaribet

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