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Juan Alejandro Tapia /Foto: Cortesía

[Opinión] La delfina

Isabella Pulgar Mota, hija del condenado exsenador Eduardo Pulgar, se inscribió como candidata a la Asamblea del Atlántico. Si nada extraordinario ocurre, será diputada los próximos cuatro años. En su columna, Juan A. Tapia recuerda el lastre con el que llega a esta contienda.

Hay frases de cajón incomprensibles, pero que son repetidas hasta la saciedad como verdades reveladas. Una de tantas, propia de la época electoral que ya está acá, es la de que en política dos más dos no suman cuatro. Cuando la realidad constatable es la contraria: si nada extraordinario ocurre, como la colisión de un meteorito contra Soledad, la abogada Isabella Pulgar Mota, hija del condenado exsenador Eduardo Pulgar, será elegida diputada del Atlántico en los comicios del 29 de octubre y dentro de unos años llegará al Congreso de la República a ocupar la silla de su padre.

No son hereditarios los delitos de los padres, la corrupción no pasa de una generación a otra por el torrente sanguíneo, como al parecer sí lo hace la vocación de servicio transmitida por esa figura paterna que paga una pena de cuatro años y ocho meses de prisión (en su casa, ni más faltaba) por tráfico de influencias de servidor público y cohecho por dar u ofrecer.

La caída de Pulgar, como la de muchos padres de la patria, fue primero una revelación periodística y después un proceso penal. En su columna de la revista Semana, Daniel Coronell publicó un audio en el que el entonces senador del Partido de ‘la U’ ofrecía $200.000.000 a un juez de Usiacurí, Atlántico, para desviar un proceso a favor de uno de los directivos de la Universidad Metropolitana de Barranquilla, en 2017.

“Esos manes a mí me ayudan con becas, me dan puestecitos, yo te hablo la verdad, y cuando inicia la campaña me tiran un billetico, no les voy a negar na’, yo que voy a negar eso”, decía el senador sin el menor escrúpulo y sin sospechar que el juez lo grababa.

En una decisión conocida como ‘muerte política’, complementaria a la condena de la Corte Suprema de Justicia, el Consejo de Estado le decretó en 2021 la pérdida de investidura, lo que en la práctica significa que Pulgar no podrá volver a presentarse a cargos de elección popular el resto de su vida. Pero no es la primera vez que el excongresista ‘muere’ y ‘resucita’.

En 2007, la Procuraduría lo inhabilitó por 18 años ante el supuesto desfalco de $5.200 millones del erario de Barranquilla cuando era un honorable concejal, debido al pago de salarios y prestaciones a personas que acreditaron su condición de trabajadores del Concejo con actas de nombramiento falsas. Sin embargo, en 2014 el procurador general Alejandro Ordóñez revocó la sanción y ‘resucitó’ la vida política de Pulgar.

Soledad es el fortín electoral de Pulgar, al punto de que el alcalde Rodolfo Ucrós, su cuñado, le ganó en las regionales de 2019 al candidato de los Char. De ese municipio, insignia de la corrupción en Colombia, saldrán muchos de los votos que llevarán a la delfina a ocupar una curul en la Asamblea del Atlántico, con el aval del Partido Liberal.

Con apenas 25 años, tres de ellos dedicados a “recorrer el departamento” para conocer “las necesidades de la gente y sus potencialidades”, según dijo para un artículo del portal Zonacero en el que también afirmó que trabajará por un “Atlántico de emprendedores”, Isabella Pulgar Mota no tiene la culpa de cargar con semejante lastre. Los votantes tampoco.

@jutaca30

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