Juan Alejandro Tapia /Foto: Cortesía
[Opinión] El efecto Teo
La estrategia de mezclar fútbol y política, calcada de Barranquilla, ha comenzando a dar resultados en Cartagena, con el jugador Teófilo Gutiérrez como estandarte. En su columna, Juan A. Tapia analiza la instrumentalización de este deporte para asociar triunfos en la cancha con gestas administrativas.
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Desde el “opio del pueblo” hasta la bellísima definición de “la cosa más importante entre las cosas menos importantes”, atribuida por unos al técnico italiano Arrigo Sacchi y por otros al exjugador argentino Jorge Valdano, el fútbol fue un deporte silvestre de dudoso origen, revestido de nobleza por los ingleses, hasta la fundación de la Fifa, el 21 de mayo de 1904, en París. A punto de cumplir 120 años de institucionalidad, el juego de 22 tipos detrás de un balón —tipas y tipes también— ha sido desde entonces un instrumento político al servicio del mejor postor.
Diecisiete mil personas abarrotaron el estadio Jaime Morón, de Cartagena, el domingo 3 de marzo para ver el debut del futbolista Teófilo Gutiérrez con la camiseta del equipo local. Muchos de esos aficionados no habían puesto antes un pie en ese escenario, pero la ola de entusiasmo que sacude a la capital de Bolívar desde la llegada del jugador barranquillero los arrastró.
Pillo, malicioso, perspicaz, atrevido, las virtudes futbolísticas de Teófilo Gutiérrez están ligadas a su personalidad. Un chico humilde de un barrio duro, La Chinita, que sobrevive a las pandillas gracias a su destreza para moverse por una cancha y descifrar a sus rivales. Nunca fue el más veloz ni el más hábil con el balón, si algo ha sobresalido de ‘Teo’ en sus casi dos décadas de carrera es su capacidad de analizar. Mientras los demás corren, él piensa.
Es poco probable que a sus 38 años, a punto del retiro, Teófilo actúe como una marioneta del alcalde de Cartagena, Dumek Turbay, y del gobernador de Bolívar, Yamil Arana. Sabe a lo que fue, conoce lo que despierta su presencia, y, de concretarse el plan de llevar otra vez al Real Cartagena a la primera división, cobrará fuerte por eso. De contado o a largo plazo, y quizá no solo en plata. Su sueño es regresar a Junior, y darle una mano a los amigos de la familia Char podría convencer a la directiva rojiblanca de su buena voluntad.
Nada nuevo hay bajo el sol. Turbay y Arana siguen los pasos del alcalde de Barranquilla, Alejandro Char, quien ha utilizado el equipo de su familia, Junior, como factor de cohesión social en una ciudad con profundas divisiones de clase, y ha asociado los triunfos deportivos con su gestión. Basta con recordar su frase de combate el día en que alzó la mano de Eduardo Verano como fórmula a la Gobernación del Atlántico: “Nosotros no somos salaos. Cada vez que estamos, el Junior sale campeón”.
Es la misma estrategia que han empleado gobiernos autoritarios de todo el mundo para lavarse la cara. Desde la Italia fascista de Mussolini, que exacerbó el nacionalismo al ganar —con amenazas a las selecciones rivales— el Mundial de 1934, disputado en ese país previo al estallido de la Segunda Guerra Mundial; o la Argentina que maquilló los horrores de la junta militar —asesinatos, torturas, desapariciones— con el campeonato del 78; hasta la monarquía catarí, violadora de derechos humanos, que organizó el Mundial más fastuoso de la historia, el de 2022, tras haberlo comprado por debajo de la mesa con sus petrodólares.
El modelo político de Alejandro Char en Barranquilla no necesita tanto, su popularidad está sustentada en obras concretas como el Malecón del Río, la recuperación de los parques y las canalizaciones de los arroyos más caudalosos, pero es indiscutible que su condición de dueño de Junior —y vocero de la institución para la contratación de jugadores— estrecha los lazos con una ciudadanía que transpira fútbol y que encuentra en el equipo un símbolo definitivo de su idiosincrasia. Sin ir más lejos, el título conseguido en diciembre hizo olvidar por un par de meses —nada menos que los del crucial arranque de su tercer mandato— los problemas graves de inseguridad, servicios públicos y movilización que vive la capital de la Costa.
El clan Gnecco, en Cesar, copió también el modelo Char, pero con una ‘movida’ más arriesgada que la de Turbay y Arana en Bolívar: mudar a Valledupar un equipo sin arraigo como Alianza Petrolera y empezar a cultivar afición. La gobernadora Elvia Sanjuán Dávila y el alcalde Ernesto Miguel Orozco firmaron en enero un convenio de apoyo público a una empresa privada, que calificaron como un “gana gana” para la economía local.
Es el argumento que parece inclinar la balanza hacia los defensores de utilizar recursos públicos en incentivos que permitan a los equipos contratar futbolistas de cartel o incluso pagarlos directamente: impactar la economía, en especial la del ‘rebusque’. “La señora de los fritos, el vale que cuida carros, el vale de las camisetas del Real Cartagena, la muchacha que vende cervezas y el de la chaza del frente del estadio les mandan a decir que muchas gracias, que hoy su familia pudo tener para una buena comida y cositas para su sustento”, escribió en su cuenta de Facebook el usuario Mauricio Monroy Martínez tras el juego del domingo.
La pregunta de fondo es si el alcalde Turbay y el gobernador Arana, al elevar a la categoría de evento de ciudad y motor de la economía local los partidos del Real Cartagena —equiparándolos, por ejemplo, a los Juegos Centroamericanos y del Caribe de 2006—, exceden sus funciones como administradores del gasto público al abrir una puerta no muy clara sobre el manejo de los recursos del Estado.
Es una total copia barranquillera solo espero que cartagena no termine peor de lo qué está sería terrible…😞
Copiar o adoptar modelos exitosos no es malo, eso hace parte de aprender de la experiencia de los de más , utilizar el deporte como medio para llegar a la ciudadanía y crear sentido de pertenencía e identidad territorial tampoco es malo, el deporte como actividad está reconocido en nuestra constitución como un derecho y es de interés público. Debemos apoyar siempre las buenas iniciativas y no solo criticarlas y satanizarlas. El deporte,la recreación y la actividad física,querramos o no, se a constituido en parte importante del hombre moderno, y como todo tiene componentes comerciales que bien enfocados dinamizan varios sectores de la economía. Gracias por el artículo.