Juan Alejandro Tapia /Foto: Cortesía
[Opinión] Dueño y mesías
En una reciente entrevista, Jaime Pumarejo recordó sus cuatro años en el Paseo Bolívar y aseguró que Barranquilla no tiene dueños ni necesita de mesianismos para salir adelante. En su columna, Juan A. Tapia analiza las palabras del alcalde saliente.
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Dijo adiós Jaime Pumarejo con una extensa entrevista en El Heraldo, repartida en dos entregas, en la que por encima de los logros que enumera, algunos constatables y otros controvertibles, fueron escogidas para el titular dos frases polémicas del alcalde de Barranquilla: “El que crea que esta es una ciudad con dueños, se equivoca”, en la publicación del sábado 23 de diciembre, y “Transformarnos no requiere de actitudes mesiánicas, sino de esfuerzo”, en la edición dominical del diario del que Pumarejo es accionista.
¿Por qué llamaron la atención de la directora del periódico, Érika Fontalvo, estas dos afirmaciones? Digo, había material para elegir: el manejo de crisis en la pandemia; la apuesta por la biodiverciudad con el ecoparque Mallorquín como bandera y el tren turístico de Las Flores próximo a estrenarse; la ratificación de la sede de los Juegos Panamericanos de 2027, que estuvo a punto de caerse. Temas concretos y medibles. Entonces, ¿por qué decantarse por dos frases aisladas que abrieron la puerta a sus detractores? Quisiera saber la respuesta.
No hubo un solo usuario de X -antes Twitter- que compartiera la opinión de Pumarejo de que Barranquilla no tiene “dueños”. La avalancha de comentarios en contra de su afirmación, la mayoría en tono de burla, no fue tan estridente, sin embargo, como el silencio sepulcral de las bodegas que apoyan a la Administración y de sus fervorosos, sinceros y espontáneos creyentes. La bola de heno se hizo sentir: nadie —ni quienes reciben contratos, pautas, incentivos, auxilios— fue capaz de respaldar al alcalde tras la difusión del titular.
Suerte que Pumarejo no suele prestarle atención a “los charlatanes de Twitter que creían que tenían la razón. Esos que hoy son técnicos del Junior, mañana de la pandemia o son expertos en minería”, como le confesó a la directora de El Heraldo cuando ésta le preguntó por las personas que criticaron su gestión durante la época en que no bajaban las cifras de contagiados y muertos.
Es cierto que las redes sociales huelen a cloaca —con X como la más fétida— y que no conviene a un gobernante tomar decisiones orientado por la inestable opinión pública, pero tampoco es saludable vivir dentro de la burbuja de los aduladores, secretarios, personal de comunicaciones y periodistas de bolsillo.
La segunda frase parece tener como blanco al presidente Gustavo Petro, aunque Pumarejo se queda corto: el jefe del Estado no es de asumir “actitudes mesiánicas”, sino de creerse, realmente, un mesías para el pueblo colombiano. No hay mayor diferencia, salvo la orilla ideológica, con el alcalde electo Alejandro Char, quien decidió brincarse a su antecesor y tomar posesión del cargo este viernes 29 de diciembre en Rebolo.
El acto, si bien no es inconstitucional, es mero protocolo y Char solo podrá ejercer desde la fecha estipulada, el 1 de enero. Pero cuesta encontrar una actitud más mesiánica. Basta con imaginar el avispero que habría alborotado una hipotética posesión de Petro tres días antes de la finalización del mandato de Iván Duque.
Así que Char dará órdenes, anunciará refuerzos para el Junior y fingirá gobernar durante 72 horas mientras para la ley el alcalde seguirá siendo Pumarejo. Por tres días habrá un mandatario real y otro ficticio, falta por ver qué papel le corresponderá a cada quien.
El de mesías, de Salvador con mayúscula, ha sido el rol que más ha encajado con la personalidad de Char. No es un rasgo negativo per se, por el contrario, ese conocimiento de sus capacidades lo ha llevado a retarse a sí mismo y a hacer lo que ninguno antes: canalizar los arroyos más peligrosos y voltear el sentido de la ciudad para por fin darle la cara al río con una megaobra como el malecón. Es el momento de rescatar a Barranquilla de las garras de las bandas criminales y de las empresas de servicios públicos. Menos no se le puede pedir a un mesías.