Alfredo Sabbagh Fajardo /Foto: Cortesía
[Opinión] Cuando el silencio es escandaloso
Editorial Planeta decidió, a última hora, no publicar el libro La Costa Nostra, de la periodista Laura Ardila. En esta columna, Alfredo Sabbagh Fajardo analiza el casi nulo cubrimiento que ese hecho tuvo en los medios masivos de Barranquilla.
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Océanos enteros de tinta y megabytes generó la decisión de Editorial Planeta de no publicar el libro que sobre la familia Char escribió la reputada periodista Laura Ardila.
Este hecho con sus aristas, interpretaciones y reacciones mereció el interés de medios nacionales a los que sumaron algunos internacionales como El País de España, como quiera que la casa editorial tiene su matriz en la península y el tema de la Triple A también en su momento generó atención sobre lo que pasa por estos lares.
Como bien sabemos, y a pesar del evidente contenido noticioso del tema y el fervor con que fue abordado por distintas redes sociales, a la hora en que se escriben estas líneas ha merecido una mínima referencia en los medios de Barranquilla.
Esta singularidad, por llamarla de algún modo, mereció igualmente la atención de algunos portales para los que resulta tan llamativo como lamentable un fenómeno al que con algo de sorna ya se le atribuye su propio símil cinematográfico: Si en “Encanto” no se habla de Bruno, en Barranquilla no se habla de los Char; o por lo menos no de estos temas, ya que si buscamos las referencias de la prensa local en la última semana y un poco más lo que encontraremos es el nombramiento de un hijo del exsenador Arturo en la junta directiva del Junior, o la rueda de prensa del patriarca Fuad en la presentación del segundo semestre del onceno tiburón.
Bien valdría la pena preguntarse por el valor noticioso que tiene el nombramiento del nieto del jefe en la empresa familiar; o por la ausencia de preguntas sobre el caso del libro al mismo jefe en la citada rueda de prensa. Bueno sería saber si las hubo y no las contestaron, o si se contestaron y no se publicaron. Mejor eso que la silente genuflexión.
La respetada periodista Claudia Morales escribió para El Espectador una pertinente columna en la que emplaza al periodismo nacional a hablar de la evidente e inocultable autocensura que impera en el oficio por razones que van desde la conveniencia y la falta de ética hasta el miedo y la necesidad de trabajar. Para lo primero no hay sino rechazo y para lo segundo consideración y solidaridad en la medida de lo posible.
Mientras buena parte del quehacer periodístico siga amarrado a grupos político-económicos poderosos o a depender mayormente de una pauta comercial que el mismo periodista tiene que gestionar, será imposible evitar que la autocensura prospere.
Esta preocupación no es nueva ni se resuelve fácil. Si para medios grandes la dependencia económica que los citados grupos hegemónicos ejercen llega a definir líneas editoriales, el tema en lo regional y local tiende a ser dramático.
La supervivencia del periodismo que quiera mantenerse como independiente es una quijotada que se aplaude y admira, pero a la que aún le falta apoyo en suscripciones por parte de los ciudadanos que entienden a la prensa libre como un valor de la democracia.
Mientras no cambie este panorama y los mismos periodistas no nos decidamos, como igual lo reclama la citada Claudia Morales, a hablar con sinceridad de la censura, silencios escandalosos como los de la semana pasada seguirán pasando.