Juan Alejandro Tapia /Foto: Cortesía
[Opinión] A la seguridad le va como a Chará
El derramamiento de sangre en las calles de Barranquilla es inocultable: 17% han aumentado los homicidios en 2024. Si es una guerra entre bandas, ¿la estrategia es dejar que se maten?, analiza Juan A. Tapia.
Por:
El 29 de diciembre de 2023, durante su posesión en Rebolo, el alcalde de Barranquilla, Alejandro Char, dijo que mejorar la seguridad sería una de las banderas de su tercer mandato y que había contratado a “un Chará y un Cantillo” para enfrentar a los delincuentes, en alusión a los refuerzos estelares de Junior para 2024.
Se refería a los generales en retiro Julio González y Mariano Botero Coy, quienes integran la “delantera goleadora” contra el crimen organizado —en palabras del alcalde—, junto a Yesid Turbay, reconocido alfil charista, jefe de la Oficina de Seguridad y Convivencia Ciudadana del Distrito.
Ocho meses después, a pesar de estos nombramientos dados a conocer con categoría de refuerzos rimbombantes para la Administración, la criminalidad campea más que nunca. Según un informe del periódico El Tiempo, entre el 1 de enero y el 30 de julio de 2024, los homicidios aumentaron 17% en Barranquilla, con 247 casos.
En entrevista con el diario capitalino, Yesid Turbay precisó que 110 de estos crímenes son atribuidos a disputas entre estructuras delincuenciales, y que el 43% de las víctimas tenía anotaciones judiciales. Incluso, siete de ellas se encontraban bajo detención domiciliaria.
De estas cifras surgen preguntas como, ¿estamos en medio de una guerra entre bandas criminales?, ¿para qué sirven las camionetas, motos, cámaras de vigilancia y los distintos equipos entregados a la Policía con la plata de la sobretasa de seguridad? y ¿cuándo empezarán a verse reflejados los resultados?
A juzgar por el balance de los primeros cuatro días de agosto, en los que hubo 21 homicidios en Barranquilla y su área metropolitana, este mes tampoco fue. A menos que la estrategia sea dejar que se maten entre ellos sin importar los inocentes que caigan en el camino.
Sobre los hombros del alcalde Char no solo recae la responsabilidad de que los barranquilleros se sientan seguros al sentarse en una terraza o en el transporte público o mientras caminan por la calle, sino los soledeños, malamberos y todos los habitantes del área metropolitana.
Para eso condicionó su apoyo a Eduardo Verano en la campaña por la Gobernación del Atlántico a que el Departamento le entregara el manejo de la sobretasa de seguridad —unos $78.000 millones al año—, sin preocuparse por la suerte que correrían los municipios más apartados al no recibir su parte de ese dinero.
Hoy, Barranquilla es el territorio más apetecido por los carteles de la droga y la extorsión. Tras la pandemia, el Clan del Golfo, Los Costeños, Los Rastrojos Costeños, Los Pepes y bandas emergentes empezaron a matarse entre sí para apoderarse de las rentas ilícitas sin tener que repartirlas con la competencia, y desde entonces el derramamiento de sangre no ha parado.
Por ahora —y en esto no se equivocó Char al comparar fútbol y seguridad—, el rendimiento de la Alcaldía para devolverle la calma a la ciudad es muy parecido al de los auténticos Yimmi Chará y Víctor Cantillo en un Junior que no termina de despegar: más expectativa que realidad.