Juan Alejandro Tapia /Foto: Cortesía
[Opinión] Viento en la camiseta
Cómo afecta el escenario político local el resultado de Junior en la final de la Liga. En su columna, Juan A. Tapia marca las diferencias de regresar o no con el título.
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Un título de Junior no es solo una estrella más en el escudo. Para Barranquilla, en festividades decembrinas, es como la brisa característica del mes. Refresca, alienta, se lleva la basura y los malos olores. No ocurre lo mismo en las otras grandes capitales del país, donde la afición está dividida y lo que para unos es felicidad, para otros es fastidio y rechazo.
De coronarse campeones este miércoles en Medellín, los ‘tiburones’ le darían el mejor regalo a su afición, que incluye a partidarios y críticos del grupo político que controla tanto el equipo como la ciudad, y al próximo alcalde, quien comenzaría su gestión con lo que los entendidos en fútbol llaman viento en la camiseta.
No es que le haga falta al alcalde electo más popularidad de la que ya tiene, que lo llevó a vencer con aplastante diferencia en las regionales de octubre. Pero para un político que cuenta con su imagen de salvador como principal patrimonio no es lo mismo el triunfo que la derrota.
Lo dijo en plena campaña, cuando levantó la mano de su compañero de fórmula: “Nosotros no somos salaos”. Y, tras la victoria en las urnas, dobló la apuesta en un momento de bajo rendimiento del equipo: “Cuando estamos juntos en la Alcaldía y la Gobernación, gana el Junior”.
Si a mitad de semana, en un estadio complicado como el Atanasio Girardot, ante el mejor equipo del campeonato -el Medellín del técnico Alfredo Arias-, Junior consigue su décima estrella, las palabras del alcalde electo cobrarán mayor trascendencia y el título hará aún más efectiva la fórmula de sus dos administraciones pasadas.
Los anuncios de contrataciones estelares para reforzar el plantel de futbolistas eclipsarán los nombramientos de secretarios y otros funcionarios, y por lo menos durante el primer semestre de su mandato -hasta que haya un nuevo campeón- la camiseta rojiblanca le servirá como chaleco antibalas.
Así que no es solo deportiva la responsabilidad que recae sobre los hombros del técnico Arturo Reyes y sus jugadores. Basta imaginar lo que podría ser Barranquilla en 2024 con la celebración del centenario de Junior -como campeón vigente-, Copa Libertadores, partidos de Eliminatorias y los preparativos para los Juegos Panamericanos de 2027. Grandes eventos que sin duda captarían la atención de los ciudadanos más que adjudicaciones de contratos, otrosíes, obras inconclusas, alianzas, rencillas, decisiones judiciales, y mantendrían entretenida a una parte de la prensa.
Por eso para el escenario político local no da igual regresar con el trofeo o sin él. Perder no significaría un autogol para la imagen del alcalde, pero lo chocaría de frente y sin cortinas de humo con la realidad de una ciudad diferente a la que dejó hace cuatro años y que exige soluciones inmediatas a sus problemas.
El título, en cambio, volvería las calles una inmensa verbena a cielo abierto desde la noche del miércoles hasta la llegada de los campeones, quienes desfilarían del aeropuerto al Metropolitano en carro de bomberos con la compañía del alcalde electo.
En el estadio, rodeados por miles de fanáticos, los jugadores agradecerían en tarima el apoyo incondicional del “primer hincha del equipo” como último gesto antes de embolsillarse los premios pactados con anterioridad. El ambiente festivo se alargaría hasta enero y propiciaría un estado emocional de bienestar muy favorable para empezar a gobernar.
Y como no es una estrella cualquiera, sino la décima, la propaganda oficial y la prensa complaciente no tardarían en asociar el número con una hipotética calificación de excelencia para todo lo que diga o haga desde el primer día de enero el “alcalde diez”.