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Tras su tercer pico de covid, Barranquilla revive con el nivel de pobreza más alto de los últimos ocho años

Villa Caracas es una invasión que existe desde 2015 en Barranquilla, poblada mayoritariamente por venezolanos pobres que salieron de la Venezuela chavista en búsqueda de nuevas oportunidades en Colombia. /Foto: La Contratopedia Caribe.

Tras su tercer pico de covid, Barranquilla revive con el nivel de pobreza más alto de los últimos ocho años

Con la pandemia, la capital del Atlántico retrocedió casi una década en superación de pobreza: tiene cifras más altas que en 2012, según la nueva metodología de medición del Dane, y a solo el 35% de su población con las tres comidas diarias garantizadas.

El 29 de abril, el Dane informó que Barranquilla y su área metropolitana fue donde más aumentó la pobreza en Colombia durante el último año. Con el 41% de sus habitantes pobres, esta ciudad retrocedió casi una década en desarrollo social. Ese mismo día, Arena del Río, inversión privada con la que Barranquilla busca convertirse en el mayor centro de entretenimiento de Latinoamérica, anunciaba que sus 315 palcos de al menos $750 millones cada uno estaban agotados. El 80% de ellos comprados por barranquilleros.

Esa reciente fotografía de desigualdad —que no es exclusiva de Barranquilla y se enmarca dentro de la crisis mundial por el coronavirus— ocurre en una ciudad donde casi el 60% de sus trabajadores son informales y la pandemia ha dejado más de 5.200 muertes, a solo el 35% de su población con las tres comidas diarias garantizadas y a muchos hogares sin empleo, una realidad que recién comienza a cambiar con la apertura total de la economía, después de una tercera ola de contagios, entre abril y mayo pasados, y una cuarentena de casi un semestre en 2020.

Mucho antes de la pandemia, en 2019, el centro de pensamiento Fundesarrollo ya advertía que la desigualdad parecía estar deteriorándose en esta capital y, de continuar así, la lucha contra ella sería “a niveles de gran envergadura”.

Esas pobreza y desigualdad profundas retan el modelo de ciudad al que Barranquilla le ha apostado los últimos 13 años, con la transformación de su infraestructura urbana como punta de lanza y con créditos que los barranquilleros deberán pagar hasta 2035. 

Ese estilo de gobierno registra bien en las encuestas de favorabilidad y  se cimienta sobre una millonaria estrategia de mercadeo para posicionar a esta capital como el “mejor vividero del mundo”.

Ahora, con la reapertura económica, esta capital apuesta mucho más por las megaobras para mover la mano de obra local; busca atraer a estudiantes, empresarios, jubilados y turistas, a través de una ambiciosa campaña (Ven, Vive Barranquilla), y quiere convertirse en epicentro de convenciones internacionales. En diciembre será sede del World Law Congress 2021, el segundo evento de alcance mundial que albergará este año tras la Asamblea del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), que organizó en marzo.

En el concepto creativo de esas campañas, la Barranquilla pobre no tiene cabida. Las piezas publicitarias, por el contrario, suelen retratar una pequeña parte de la ciudad. 

De hecho, en la rendición de cuentas de su primer año de gobierno, el alcalde Jaime Pumarejo evitó mencionar, explícitamente, las recientes cifras de pobreza del Dane.  Habló, en cambio, de los avances de esta capital para cerrar brechas durante la última década y por los que se convirtió en ejemplo nacional. “En Barranquilla sabemos cómo derrotar la pobreza y lo volveremos a hacer”, dijo.

También apeló a una respuesta similar el secretario de Gestión Social Santiago Vásquez al ser indagado por un ciudadano en ese evento virtual.  

Esa sostenida reducción de pobreza cambió con la pandemia.

Barranquilla pobre y con hambre

Las Granjas es otra de las barriadas pobres de Barranquilla, ubicada en la localidad metropolitana de la ciudad.

Desde el año pasado, la pobreza se convirtió en un desafío mayúsculo para esta capital, después de haber logrado reducirla a la mitad entre 2008 y 2017, según la anterior metodología de medición del Dane. Ahora el 41% de los barranquilleros y habitantes del área metropolitana están en pobreza monetaria, según cifras recientes de esa entidad

Son 797.114 personas sin, al menos, $338.666 mensuales para comprar una canasta básica de alimentos ni costear otros bienes y servicios, como vivienda, ropa, educación, salud y transporte. De ellas, 246.345 están casi en la indigencia porque subsisten con menos de $152.410 mensuales.

Con esas cifras, Barranquilla área metropolitana subió 15.6 puntos porcentuales en pobreza el último año, el aumento más alto entre las capitales colombianas analizadas por el Dane y aún mayor que su indicador de 2012, cuando marcaba 34.8%. La situación sería aún más dramática sin los programas nacionales y locales de asistencia económica y alimentaria, como Ingreso Solidario, Alimentación Escolar (PAE), Centros de Vida en Casa y subsidios distritales, que cobijan a casi 35.000 barranquilleros.

Los más pobres están concentrados en las localidades Metropolitana, Suroriente y Suroccidente, mientras que en las otras dos, Riomar y Norte – Centro Histórico, viven los menos vulnerables, la mayoría de ellos de clase media.

Esas cifras de vulnerabilidad se explican no solo por la pandemia —detonante para el declive de la economía y el aumento de la informalidad laboral— sino por el alto flujo migratorio de ciudadanos sin recursos. Barranquilla, con unas 100.000 personas residiendo en sus barrios y su área metropolitana, es la tercera ciudad colombiana receptora de venezolanos y la cuarta con mayor presencia de población sin documentación regular, según la Alcaldía.

Ya en abril del año pasado, con la cuarentena nacional apenas iniciando, la pobreza se multiplicaba y mostraba su rostro con más fuerza mediante el hambre y la informalidad. 

Primero fue visible a través de las familias aglomeradas en el Estadio Metropolitano, que intentaban reclamar mercados comprados por la Alcaldía; a través de las entregas masivas de alimentos puerta a puerta, programadas por el gobierno distrital y varias iniciativas privadas, y a través de las filas multitudinarias para cobrar subsidios girados por el Gobierno nacional.

Después, cuando la cuarentena ya llevaba varias semanas, la pobreza comenzó a escucharse a través de los gritos desgarradores de decenas de familias que, con niños en brazos, recorrían —todavía lo hacen— los barrios de mayor estrato socioeconómico pidiendo dinero, comida o ropa. También a través de improvisados grupos de músicos, la mayoría venezolanos, quienes cantaban o tocaban papayera a las afueras de los conjuntos residenciales, cuando los barranquilleros no podían salir.

Luego, cuando la cuarentena acabó, la pobreza adquirió nuevas siluetas y formas con la multiplicación de limpiabrisas, magos, cantantes o vendedores de dulces —la mayoría de ellos jóvenes—, disputándose los carros en cruces y semáforos antes desiertos.

La pobreza además se dejó ver con las ventas de todo tipo en esquinas, parques y barrios, y con las nevadas informales de domiciliarios en bicicletas y motos, que a diario subsisten sumando propinas.

Entre abril y agosto del año pasado, el hambre mostró su rostro con ahínco a las afueras del Banco de Alimentos, una iniciativa de la iglesia católica que funciona en el barrio Lucero y nació hace 18 años para ayudar a alimentar a los pobres de esta capital y los municipios del Atlántico. La Arquidiócesis lo ha hecho con los excedentes de comida donados por más de un centenar de empresas del Caribe y comprando alimentos con recursos propios.

En las largas filas —recuerda ahora Bladimir Serrano, líder del área logística del Banco— era común encontrar a vendedores informales o personas que habían perdido sus trabajos tan pronto comenzaron los cierres de los negocios, los toques de queda y la circulación bajo la medida de ‘pico y cédula’. 

El Banco pudo entregar, el año pasado, 2.741.550 kilos de frutas, verduras, lácteos, bebidas, abarrotes y productos de panadería y beneficiar a 70.937 personas en todo Atlántico. 

El Banco de Alimentos fue una de las organizaciones que ayudó a mitigar el hambre en Barranquilla durante la cuarentena de 2020.

Además de las familias a las que habitualmente les lleva alimentos, durante la cuarentena el Banco entregó mercados a personas con enfermedades crónicas o en condición de discapacidad, a víctimas del conflicto armado, a migrantes venezolanos y a ciudadanos en pobreza extrema.

Los alimentos también llegaron a hogares en barrios con mayor poder adquisitivo, como Los Nogales, Villa Carolina o Riomar. Allí muchas familias viven del arriendo mensual de las habitaciones de sus casas, convertidas en pensiones universitarias. Con las clases virtuales, muchos estudiantes regresaron a sus hogares y, con ellos ausentes, algunos propietarios vieron palidecer sus ingresos.

“Recuerdo que me tocó hacer una entrega por el Patinódromo y la señora que me recibió tenía los ojos aguados. Había perdido su trabajo, vivía con sus padres ya ancianos y no tenía para darles de comer”, recuerda Dilia Romero Prada, líder de Comunicaciones del Secretariado de Pastoral Social de la Arquidiócesis de Barranquilla.

Peticiones de comida como esa, de hogares ubicados en el norte de Barranquilla, seguirían llegando por varias semanas más al Banco, muchas de ellas a través de las parroquias católicas. Solo disminuyeron en septiembre, cuando la economía comenzó a moverse con los decretos de apertura de la Presidencia y la Alcaldía.

A la par de esa urbe de pobreza visible, está la capital que reactiva su economía y apuesta por las megaobras para jalonar empleo y combatir la pobreza, tal como lo plantea el objetivo  general de su Plan de Desarrollo 2020-2023 ‘Soy Barranquilla’.

La Barranquilla de las megaobras y la reactivación 

Render de la megaobra de intervención de la Ciénaga de Mallorquín, proyectada para los próximos dos años.

El 2 de junio, la Alcaldía de Barranquilla y la Gobernación del Atlántico lanzaron su estrategia de reactivación económica Ven, Vive Barranquilla, Vive Atlántico, con la que junto a actores privados buscan convertir al departamento y su capital en sitios atractivos para estudiar, invertir y vivir. El evento, que contó con baile, música y un amplio despliegue periodístico y publicitario en medios locales y nacionales, se celebró en el Gran Malecón del Río.

Esa campaña fue también la carta de presentación de Barranquilla y Atlántico en la Vitrina Turística de la Asociación Colombiana de Agencias de Viajes y Turismo (Anato), celebrada en Bogotá del 16 al 18 de junio. 

Desde entonces, Ven, Vive Barranquilla ha tenido pauta oficial en medios de difusión nacional, como Blu Radio y W Radio; contenido patrocinado en portales periodísticos, como El Heraldo, y presencia en redes sociales, a través de los perfiles institucionales de la Alcaldía de Barranquilla y la Gobernación del Atlántico.

Ven, Vive Barranquilla —por cuyo costo La Contratopedia Caribe consultó a la Alcaldía sin obtener respuesta hasta ahora— forma parte de la apuesta de esta capital por impulsar una nueva ciudad, tras la crisis social y económica que generó la pandemia. 

Esa apuesta poscovid plantea acciones inmediatas, como un plan de choque para ampliar la cobertura de programas sociales a barranquilleros y migrantes, y una Mesa para la superación de la pobreza, integrada por la Gerencia de Desarrollo Social y las secretarías de Planeación, Desarrollo Económico y Gestión Social. También inversiones a largo plazo por hasta nueve billones de pesos. 

Parte de esas inversiones están contempladas en un Plan de Obras para mejorar espacios urbanos, entornos del hogar y la calidad de vida de los barranquilleros, durante los próximos tres años, calcula la Alcaldía. Con esa locomotora de cemento, junto al gasto social y a la dinámica propia del sector privado, la administración Pumarejo busca generar hasta 50.000 empleos a mediano plazo.

“Estos empleos están directamente vinculados con mano de obra local, lo cual impacta directamente los hogares menos favorecidos de la ciudad, siendo una oportunidad para mejorar sus ingresos”, se lee de las respuestas entregadas por la Alcaldía a La Contratopedia Caribe.


La administración Pumarejo anunció inversiones de al menos $467.000 millones para ejecutar desde este 2021. Hay obras proyectadas en la Ciénaga de Mallorquín, los mercados públicos, parques, vías, andenes y el Centro Histórico.

La más millonaria es la recuperación de la Ciénaga de Mallorquín, cuerpo de agua ubicado al  extremo norte de Barranquilla, sobre la margen izquierda de la desembocadura del río Magdalena en el Mar Caribe. 

Ese macroproyecto, financiado con un crédito del BID a 25 años, contempla siete frentes de trabajo, los próximos dos años, por unos $300.000 millones, para construir un ecoparque e intervenir el cuerpo de agua, la playa de Puerto Mocho y el Tajamar occidental con un paseo peatonal y tren turístico. Hasta ahora, las dos primeras fases anunciadas por la Alcaldía (una adjudicada y otra en proceso de convocatoria) suman $116.631 millones.

Sobre esa millonaria megaobra el politólogo Pablo Pachón, quien le ha hecho seguimiento a la contratación local durante el último año, comenzó una veeduría para seguirle la pista a la ejecución y manejo de estos millonarios recursos.

Toda esta reactivación económica con las megaobras de protagonistas, la apuesta por convertir a la ciudad en epicentro de eventos internacionales y las inversiones sociales proyectadas a mediano plazo están por demostrar su impacto en los indicadores de pobreza. Justo ahora cuando son los más altos de la historia reciente de Barranquilla y la tienen como una de las capitales colombianas con más habitantes sin las tres comidas diarias garantizadas.

Una respuesta a “Tras su tercer pico de covid, Barranquilla revive con el nivel de pobreza más alto de los últimos ocho años

  1. Nunca he creido en los char que son los dueños de Barranquiilla. Este articulo desnuda la realidad. Felicitaciones a su autor.

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