Juan Alejandro Tapia /Foto: Cortesía
[Opinión] Vicky y Daniel
Entre ‘chivas’ y golpes bajos, la enemistad de los dos periodistas que acaparan la atención del país marca la agenda informativa en una época de coyuntura política. En su columna, Juan A. Tapia ahonda en una rivalidad que ya forma parte de la polarización nacional.
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No pasa un día sin que Vicky Dávila y Daniel Coronell alcancen la categoría de tendencia en la muy cuestionada y cada vez menos influyente red social de Elon Musk. De ellos podría decirse lo que hace 12 años un acalorado Pep Guardiola, técnico del Barcelona, expresó de su archirrival del Real Madrid, José Mourinho: “En esta sala (a las conferencias de prensa se refería), él es el puto jefe, el puto amo”.
En eso se han convertido los dos periodistas que acaparan la atención del país, en los putos amos de Twitter, tribuna hecha a la medida de una pelea de egos que más parece un combate cuerpo a cuerpo en un lodazal y que en el caso del presidente de la revista Cambio, quizá sin proponérselo, ha terminado por encasillarlos a él y a su medio en un extremo de la realidad política nacional.
Si no estás contra Vicky estás con ella, es la lógica que impera en el progresismo colombiano desde que en 2019 el grupo Gilinski compró la prestigiosa —pero debilitada por problemas económicos— revista Semana y la transformó en el órgano de difusión del gobierno Duque y de descrédito del ya seguro candidato de izquierda, Gustavo Petro.
Lógica de la que no ha intentado escapar Coronell, quien, en su condición de enemigo público número uno de la directora de Semana, ha permitido, con acciones que realzan esa rivalidad, que la derecha le cuelgue el cartel de mamerto y lo identifique como la contraparte en una guerra informativa en la que si no estás con Vicky estás con él.
Tras el maridaje de periodismo y política que fue el sello de Felipe López Caballero, Semana pasó a formar parte del conglomerado de empresas de una familia de banqueros que la dejó en manos de Vicky Dávila, de provincia y ajena a la cofradía de los grandes periodistas bogotanos, quien, en menos de cuatro años, la catapultó a lo más alto de las audiencias digitales con la receta de apostar por el clic y sacudir a la opinión pública con un escándalo cada media hora.
El 4 de julio de 2023, fiel a su estilo, la directora trinaba: “Histórico: Semana.com tiene hoy más lectores digitales que la revista Time y, de lejos, es el medio colombiano más consultado en el mundo, según Comscore”, para luego especificar en una nota anexa que su sitio de noticias tuvo 27,699 millones de usuarios únicos en mayo frente a los 16,296 millones de la publicación estadounidense y los 16,168 millones de eltiempo.com, segundo en Colombia.
Desde que tomó la riendas de Semana, Dávila ha estado envuelta en la polémica. Su ascenso, de jefa del área digital a directora plenipotenciaria, coincidió con una avalancha de renuncias: Antonio Caballero, Rodrigo Pardo, Ricardo Calderón, María Jimena Duzán, Daniel Samper Ospina y el caricaturista Vladdo lideraron la desbandada. Meses antes había sido cancelada la columna de Daniel Coronell, la más leída del país, “por disposiciones de la compañía”. Pero, lejos de irse a pique, Semana multiplicó sus lectores, solucionó sus afugias y los Gilinski empezaron a considerar la posibilidad de hacerse con más medios de comunicación.
De la vieja escuela de la ‘chiva’, Vicky Dávila ha logrado lo imposible: movilizar hacia ella las críticas contra el expresidente Uribe como líder supremo de la oposición. Hoy es el blanco preferido de un sector del país que condena cada publicación de su revista y que salta con las fauces abiertas cuando en las pantallas de los celulares aparece un trino con su chulo, es decir, cada quince minutos.
A su periodismo abiertamente partidario ya le sobraban cuestionamientos cuando el 14 de junio trinó: “Atención: ‘La plata era de Petro, eran cinco maletas y 3.000 millones de pesos'”, información soportada en el testimonio de una fuente reservada que no aportaba pruebas y que, en desmedro del más elemental ejercicio reporteril, no fue contrastada. Extraño error de criterio en la misma Vicky que ha ganado cuatro premios Simón Bolívar otorgados por la crema y nata de la gran prensa nacional. La misma Vicky que a diario les marca la agenda noticiosa a muchos de sus colegas.
La disputa personal con Coronell ya mantenía incendiada la red social del pajarito cuando el regreso de la revista Cambio, en febrero de 2022, con algunas de las plumas que cimentaron la credibilidad de Semana, instaló una guerra fría en ambas redacciones. La victoria de Petro en la contienda presidencial acentuó una división ética y conceptual de la profesión que llegó a un punto de no retorno con la revelación de la historia de la niñera de la jefa de Gabinete Laura Sarabia por parte de Semana, el 27 de mayo.
Coronell no tardó en sacarse el clavo y descubrió la conexión con Armando Benedetti, a lo que Dávila ripostó con los audios del entonces embajador en Venezuela y Coronell contraatacó con la investigación de las ‘chuzadas’ telefónicas. El capítulo siguiente trajo el suicidio del coronel Dávila (juego de palabras que resulta una ironía) y la decisión de Vicky de publicar la versión del testigo no identificado que, por la gravedad de la denuncia y la ausencia de pruebas, puso en entredicho su cargo.
El presidente de la revista Cambio quiso entonces hacer leña del árbol caído y dio vía libre al artículo ‘La cuerda floja: Petro, los Gilinski y Vicky‘, firmado por María Jimena Duzán, en la edición de Cambio del 17 de junio, mientras la continuidad de Dávila mantenía en vilo a sus defensores, pero, más que a estos, a sus fervientes detractores.
Si bien fue Dávila la que destapó el escándalo de la niñera y el polígrafo, la vinculación de Armando Benedetti a la trama fue un aporte definitivo de Coronell, a quien sus críticos, desde los tiempos de Álvaro Uribe en la Casa de Nariño, acusan de sesgo político. Así como fue Semana, de indiscutible ideología conservadora, la que dio a conocer los audios que podrían llevar a la cárcel al excandidato presidencial del Centro Democrático Óscar Iván Zuluaga por el ingreso de dineros no reportados de Odebrecht a su campaña.
Fue precisamente por la renuncia de Zuluaga a su partido, el 6 de julio, que volvieron a saltar chispas en la consabida red social por un trino de Coronell en el que señaló a Dávila de replicar sin crédito la carta de retiro del excandidato: “Qué inseguridad tan terrible la que se vive en Twitter”, denunció. Pero Vicky no se quedó con esa y le contestó: “Hay un periodista que parece una niña de colegio”.
¿Conviene este enfrentamiento al periodismo colombiano? La enemistad de estos dos pesos pesados ha significado el resurgir de la competencia de antaño. De cuando emisoras y noticieros de televisión interrumpían su programación con boletines estruendosos de última hora que aumentaban el ritmo cardíaco. ¡Extra!, ¡Primicia!, ¡Exclusiva! han vuelto a servir de marco a los titulares.
Cabe preguntarse, también, por el papel de cadenas radiales, canales privados y periódicos de circulación nacional y regional que se han limitado a seguir el rastro de Dávila y Coronell en la actual coyuntura política. ¿Presenciamos, acaso, el retorno del periodismo de la ‘chiva’ en tiempos de medios independientes y narrativas digitales?