Laura Romero De La Rosa /Foto: Rafael Bossio
[Opinión] Hay mejores ideas que un reinado
El Concejo de Cartagena aprobó, recientemente, incorporar en la agenda cultural de esta capital un reinado popular insular. Laura Romero analiza cómo esta iniciativa es contradictoria si su intención es promover la inclusión de las mujeres cartageneras.
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Resulta que en la sesión plenaria del 10 de agosto del Concejo de Cartagena, que cerró el segundo periodo de las sesiones ordinarias de la corporación, formó parte del orden del día en segundo debate el Acuerdo No 194 “por el cual se institucionaliza y se incorpora en la agenda cultural del IPCC el reinado de la zona insular de Cartagena de Indias”. Sí, así como lo leen: un reinado.
Este proyecto fue presentado por el concejal Oscar Marín, con el que se “busca que año tras año se organice el reinado con representantes de cada una de las islas pertenecientes a la ciudad para generar inclusión a las mujeres de esas zonas”.
Nada más contradictorio que un reinado para promover la inclusión para las mujeres de Cartagena, una ciudad en la que sólo seis de cada 10 cartageneras en edad de trabajar participa del mercado laboral y donde la tasa de desempleo en mujeres es 2.5 veces mayor que en hombres, según datos del DANE (Gran encuesta integrada de 2022).
¿No será que más bien son otras las prioridades en materia de equidad de género?
Sobre el tema, el concejal Marín aseguró: “es una deuda que teníamos desde hace muchos años y que reivindica las actividades culturales de estas islas que también pertenecen a Cartagena”. Marín no dudó en mostrarse agradecido por el apoyo.
En la coyuntura en la que se encuentra Cartagena, yo hubiera pensado que la deuda histórica de parte del gobierno local con la zona insular tenía que ver con acceso a educación de calidad en todos los niveles, agua potable y alcantarillado, herramientas de fortalecimiento al turismo comunitario, hospitales y atención en salud permanente y de paso, transporte público acuático conectado con la ciudad. Bueno, eso me imaginé de forma ingenua. Seguramente, la idea del reinado sí es mucho más pertinente.
Es el reinado una de las expresiones del patriarcado que continúa perpetuando estereotipos contra los que las mujeres seguimos combatiendo: crecer bajo cánones hegemónicos de belleza alejados de nuestra realidad, ser percibidas como mercancía, que nuestro valor dependa de nuestro físico y recibir la misoginia tan presente en las redes sociales hoy en día. Estereotipos que solo se traducen en violencia, como si las mujeres cartageneras ya no estuviéramos lo suficientemente expuestas a una ciudad que no es segura para nosotras.
La socióloga y doctora en Ciencias Sociales venezolana Esther Pineda incorpora el concepto de violencia estética, para reflexionar sobre las diferentes formas en las que las mujeres a lo largo de nuestra vida nos enfrentamos a violencias a veces casi imperceptibles en razón de nuestra apariencia física y que se ven intensificadas si hay marcadores raciales.
En su libro Bellas para morir, define la violencia estética “como el conglomerado de reacciones, instituciones y formas de discriminación que se ejercen sobre las mujeres para presionarlas y que respondan a esos cánones de belleza. Presiones que incluyen el bombardeo mediático, social y familiar”.
Pineda agrega, además, que la violencia estética produce consecuencias psicológicas, sociales y físicas que se ejercen sobre el cuerpo de las mujeres. En diversas ocasiones, se han conocido denuncias de participantes del Reinado de la Independencia donde exponen las situaciones de matoneo y racismo a las que se tienen que enfrentar. Además, los concursos de belleza también ponen en riesgo a las mujeres de caer en redes de explotación sexual.
Es increíble, que toque recordarle a nuestros concejales, que las mujeres representamos el 52% de la población cartagenera y somos quienes menores oportunidades tenemos de acceder a un empleo digno o que cada año, sea más difícil disminuir las cifras en embarazo en niñas y jóvenes, con todo lo que eso implica como la desescolarización y el aumento en los círculos de pobreza.
La libertad es posible medirla en tanto una persona tiene oportunidades de decidir sobre su proyecto de vida. Es triste que la institucionalidad en Cartagena crea que la única opción de progreso y movilidad social para las mujeres jóvenes sea participar de un reinado.
El mundo se encuentra en un momento en el que las luchas reivindicativas de orden social forman parte de cada espacio de la vida humana. Por esa razón, la ciudad y sus gobernantes no pueden estar alejados de esa realidad, no necesitamos su actitud paternalista, necesitamos un verdadero compromiso para cuestionar la comodidad en la que también se ve inmerso el poder público.
Promover políticas públicas en clave de equidad de género, debe empezar porque del erario no se sigan promoviendo espacios como los concursos de belleza bajo la falsa idea de promover la participación de las mujeres jóvenes como si fuera una única opción. Quienes gobiernan creen que ya hicieron su trabajo al incorporar estos eventos a una agenda cultural que necesita seguirse fortaleciendo, que debe borrar barreras de acceso y, sobre todo, que debe pensarse en función de los Derechos Humanos.