Juan Alejandro Tapia /Foto: Cortesía
[Opinión] Eufemismos
Cada palabra o interpretación de la realidad validada por la prensa altera la noción de las audiencias sobre los acontecimientos. En su columna, Juan A. Tapia reflexiona sobre casos como la muerte de ‘La gata’ y el secuestro de ocho colombianas en México.
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Llamar las cosas por su nombre es el trabajo de los periodistas; tergiversar, ocultar, mentir incluso, el de políticos y otros profesionales. Encontrar el adjetivo justo para calificar a una persona, construir la oración adecuada para explicar un comportamiento o un hecho no es tarea para reporteros indulgentes, displicentes o comprometidos por corazón o billetera con una causa. Conlleva responsabilidad, conocimiento y valor, mucho de esto último.
Por la ausencia de estas tres virtudes, los medios de comunicación están llenos de eufemismos que confunden a sus audiencias. Un ejemplo claro, que ni debate admite, es el de la muerte de Enilce López Romero, ‘La gata’, el 14 de enero en una clínica de Barranquilla. “Polémica empresaria del chance” fue uno de los titulares más usados para referirse a una mujer cuyo nombre hacía temblar de miedo en el norte de Colombia y que fue condenada a 37 años de cárcel por homicidio y nexos con el paramilitarismo.
Pero hay casos más complicados que el de la fallecida criminal vinculada al mundo de las apuestas, como el de las ocho escorts colombianas secuestradas por el cartel Jalisco Nueva Generación, en México. ¿Qué tiene de denigrante o de misógino informar la actividad de estas mujeres —decir ‘revelar’ sería errado porque no era un secreto para nadie— cuando aporta detalles de contexto y contribuye a la investigación?
No se trataba de ocho ingenieras colombianas que fueron a trabajar en una obra civil ni de ocho monjas que viajaron a un retiro espiritual, y si así hubiese sido, difundir la ocupación de las desaparecidas no habría generado el rechazo de colectivos feministas y de muchos periodistas como en el caso de las escorts. ¿Por qué es válido divulgar que una mujer ejerce la ingeniería y no lo es si trabaja de dama de compañía?
La palabra escort, que no figura en el diccionario de la Real Academia Española, es una voz inglesa que significa ‘acompañante’, y no es, en todas las ocasiones, un eufemismo. Usar otro término, sin pruebas, habría sido, eso sí, ligero e irresponsable. Pero eludir la mención de la actividad laboral de estas jóvenes aleja los reflectores de la problemática social que oculta este secuestro. El supuesto irrespeto, en este caso, parece afectar más al que da la alarma que al agredido u ofendido.
Los eufemismos no son marca registrada de la prensa, ya lo vimos con el ELN cuando, tras secuestrar a Mane Díaz, papá de la estrella del fútbol colombiano, Luis Díaz, el comando central que negocia un acuerdo de paz con el gobierno de Petro puso a sus voceros a tapar la embarrada con una tipificación nueva de este delito: “retenciones con propósitos tributarios”. Así las definió el comandante guerrillero Antonio García, pero por fortuna los medios de comunicación no acogieron su interpretación.
Cada vez que la prensa valida un eufemismo altera la noción de la realidad de su audiencia: las “vacunas” en Colombia han pasado a ser una suerte de impuesto de guerra o de derecho al trabajo cobrado por organizaciones criminales; las “pescas milagrosas”, en los años 90 y principios de este siglo, dejaron de ser secuestros colectivos para transformarse en redadas contra la población civil en las carreteras del país. Y así.
Quizá el eufemismo más dañino fue el que emplearon los medios de mayor relevancia en occidente tras desatarse la respuesta bélica de Israel en Gaza por la escalada terrorista de Hamás el 7 de octubre de 2023, en la que murieron unas 1.200 personas y 240 fueron tomadas como rehenes. Para estos medios, Israel no estaba en guerra contra Palestina, no descargaba su superioridad militar contra el pueblo palestino, sino que contratacaba a Hamás. Cien días y 24.000 palestinos muertos después, quedó demostrado que el enfoque fue incorrecto.