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[Opinión] El puesto en la batalla

Juan Alejandro Tapia /Foto: Cortesía

[Opinión] El puesto en la batalla

Las publicaciones en X (antes Twitter) del presidente Gustavo Petro sobre el conflicto entre Israel y Palestina desencadenaron una crisis diplomática para el país. Juan A. Tapia analiza el choque cultural que plantea para el ciudadano de a pie un mandatario con una visión del mundo distinta a la de sus antecesores.

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Cuando digo Israel, digo Abraham, pueblo elegido, tierra prometida. Me lo enseñaron en clase de religión.

Cuando digo Palestina, digo Yasser Arafat, OLP, No Alineados. Me lo enseñó la televisión.

Cuando digo Israel, digo Holocausto, cámaras de gas, exterminio. Me lo enseñaron en clase de historia.

Cuando digo Palestina, digo bombas, guerra, terrorismo. Me lo enseñó la televisión.

Adoctrinado desde la infancia, como la mayoría del pueblo colombiano, escogieron por mí el lado en el que debo estar, me impusieron una línea divisoria entre el bien y el mal, e incluso se tomaron la molestia de señalarla en el mapa: esa Franja de Gaza que por enésima vez vuelve a bañarse de sangre. Por eso la posición del presidente Gustavo Petro tras los hechos del sábado 7 de octubre, cuando Israel sufrió el peor ataque desde su creación en 1948, a manos de los terroristas de Hamás, significa un choque con la historia. Pero no la historia mundial, sino la personal.

A diferencia de lo que ocurre con las llamadas “voces autorizadas”, como las de los 12 excancilleres que le enviaron una carta al jefe de Estado en la que lo critican por no rechazar de manera contundente la barbarie cometida en territorio israelí, para el colombiano promedio el tema no pasa por las relaciones bilaterales que tanto preocupan a la oposición, sino por la concepción del mundo como tal, y ese cambio de paradigma, propuesto por una figura polémica como Petro, tiene más trascendencia que el redireccionamiento de la política exterior.

De la noche a la mañana, en el lapso que tarda en escribir un mensaje en X (antes Twitter), Petro ha puesto al país a repasar y hasta replantear sus conocimientos de historia y religión, con todo lo que implica. Para unos, el tema pasa por mantener la distancia, seguir lo que dictan los cánones de la diplomacia y no buscarse problemas.

Un comunicado escueto de condena a las acciones de Hamás, con el respectivo llamado a la paz y el canto a la bandera de respetar el derecho internacional humanitario, habría sido, para ese segmento ínfimo de colombianos que, curiosamente, es el que más nociones dice tener del conflicto árabe-israelí, lo pertinente en este caso.

Para otros, la geopolítica, tal como les ha sido transmitida, es la tierra firme por la que caminan, el orden “natural” de las cosas. Un abrupto giro de guion como el que acaba de dar Petro, una interpretación que se sale de los márgenes de los libros y de las películas, representa un sisma en su estructura mental. A este grupo pertenece la mayoría de la población, que es la que dispone de menos tiempo para enterarse de conflictos que transcurren del otro lado del mundo y espera el resumen de los noticieros para formarse una opinión.

Considero que Petro debió condenar desde el primer momento el ataque sanguinario de Hamás a los civiles. Hay escalas del mal, peldaños tan altos que convierten a los seres humanos en animales salvajes, y abrir fuego contra cientos de jóvenes que disfrutaban de un festival de música electrónica o contra granjeros inocentes que dormían en sus casas es uno de esos.

Pero un comunicado no iba a cambiar su visión: el presidente de Colombia no está del mismo lado de la historia que casi todos sus antecesores ni es imparcial frente a este y otros temas de política internacional. Sus formas podrán variar por la presión interna y externa a su gobierno, pero él seguirá siendo el mismo. Como en el poema de Borges dedicado a Israel, hace mucho que escogió su puesto en la batalla.

@jutaca30

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