Uno de los cuerpos de agua más contaminados y símbolo de la desigualdad en Cartagena es el caño Juan Angola. /Foto: María Alejandra Romero.
La tragedia (y esperanza) del Juan Angola en Cartagena
El gobierno de Dumek Turbay interviene desde marzo uno de los cuerpos de agua más contaminados de Cartagena. Los vecinos de este caño esperan que los recientes anuncios del mandatario no se queden en pañitos de agua tibia y, por el contrario, sean el inicio de una política ambiental a largo plazo.
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Para una cartagenera como Telma Gómez la vida no tiene sentido sin el caño Juan Angola. Allí están sus raíces y parte de su identidad, forjada durante 60 años frente a esas aguas, en el sector San Pedro y Libertad del barrio Torices, al norte de Cartagena. Sumergiéndose en ellas tejió sus recuerdos de infancia, estrechó lazos con la naturaleza y, sobre todo, moldeó sus músculos hasta convertirse en una mujer fuerte.
A los 12 años ya navegaba el Juan Angola como timonel de los pescadores. Remando en canoas, fortaleció sus brazos y adquirió la suficiente destreza física para practicar, una década después, boxeo, sóftbol, atletismo y fútbol.
Corrían los 70 y eran años de brillo para Telma. Las aguas del Juan Angola no agonizaban por la contaminación como hoy lo hacen y, en cambio, a diario la alimentaban a ella y a los pescadores de Torices. Con cada faena esos hombres, que también dieron allí sus primeras brazadas, sacaban las atarrayas llenas de sábalos, macabíes, mojarras de mar y jaibas.
La abundancia, incluso, se desbordaba en aquel cuerpo de aguas fluidas.
“Cuando el caño se llenaba, los peces de mar llegaban hasta la carretera y nosotros los cogíamos con la mano en la puerta de la casa”, rememora casi medio siglo después una Telma llena de nostalgia, porque pasó de disfrutar de un vibrante Juan Angola a ser testigo de unas aguas ahogadas por el abandono institucional, la construcción residencial y el mal manejo de los residuos sólidos.
Hoy, al caminar por la orilla o navegar el Juan Angola, el aire fresco se desvanece. En su reemplazo, un penetrante hedor lo satura todo.
“Es como cuando alguien llega a Cartagena desde Bogotá y siente el impacto del sol, lo mismo ocurre con el caño. Al principio, el olor puede resultar molesto para quienes no están acostumbrados, pero con el tiempo nos adaptamos. No es lo ideal, pero es nuestra realidad”, dice Telma.
Esa fetidez impregna las fosas nasales y no permite dudar de la degradación ambiental de un ecosistema, que según el último informe de Calidad de Vida de Cartagena Cómo Vamos es uno de los más contaminados de esta urbe junto a la Ciénaga de la Virgen.
Una contaminación que se evidencia en el elevado número de coliformes totales y fecales, muy por encima de los niveles aceptables que deben tener las aguas para su uso en actividades de contacto primario y secundario, como nadar y pescar.
“Hoy es difícil que tú saques tanto pescado de aquí”, remarca Telma, quien desde hace más de 18 años dedica sus días a la protección ambiental y social de este caño, impulsada por la ilusión de recuperar la vitalidad de antaño. Lo hace desde la Fundación Cartagena es Manglar, que creó junto a un grupo de vecinos de Torices.
El Juan Angola es uno de los seis cuerpos de agua internos de Cartagena, con un cauce que se extiende desde Chambacú hasta el extremo sur de la pista de aterrizaje del Aeropuerto Internacional Rafael Núñez.
En su recorrido, por 11 barrios, conecta con la Ciénaga de La Virgen y la Bahía de Cartagena, dos de los cuerpos más importantes de esta capital, llevando consigo oxígeno y nutrientes esenciales para el equilibrio de los demás componentes del sistema hidrográfico cartagenero.
Su área de influencia directa comprende unas 15.000 viviendas, que van desde improvisados hogares de madera y zinc hasta sofisticados edificios residenciales con acabados de lujo. Sin embargo, son los sectores más vulnerables de Torices, Santa María, Daniel Lemaitre, Siete de Agosto, Canapote y San Francisco a los que más golpea la contaminación, porque limitan con el cuerpo de agua.
Las causas de una enfermedad que empeora a diario
Los altos niveles de contaminación del caño Juan Angola son consecuencia de la poca conciencia ciudadana, que se evidencia en la disposición irregular de residuos de todo tipo y en asentamientos legales e ilegales en su ribera.
Uno de los factores más evidentes, denunciado por la comunidad, es la utilización del caño como basurero a cielo abierto.
Javier Cabarcas, abogado especializado en gestión ambiental y director de la Fundación Ecológica y Social Caribe Limpio, afirma que muchas veces quienes usan el caño como basurero son personas que no viven cerca de él e incluso pagan para que hombres en carros de mula o carretillas desechen allí residuos de otros barrios.
Esa disposición inadecuada ha causado sedimentación porque, al terminar en el fondo del caño, los sólidos obstruyen el flujo natural del agua, afectan el ecosistema y contaminan la calidad del líquido.
A esa realidad se suman, según estudios del Establecimiento Público Ambiental de Cartagena (EPA), las aguas servidas y residuos fecales que desembocan en él, por cuenta de calles con sus canales pluviales descargando en el caño, escorrentías de las faldas del Cerro de La Popa y el uso del Juan Angola como baño público.
“Se logró evidenciar que los vendedores estacionarios asentados en los paraderos de buses del Centro Histórico, en la margen derecha de la bajada del Puente Chambacú, utilizan este cuerpo de agua como solución sanitaria de sus necesidades fisiológicas”, se lee en uno de los informes del EPA.
También ponen cuota de contaminación las descargas de algunas estaciones de bombeo de la empresa Aguas de Cartagena, mencionadas por el EPA y reiteradas por la comunidad de Torices en su cruzada para salvar al Juan Angola.
Esa empresa, encargada de manejar el acueducto y el alcantarillado de Cartagena, hace las descargas, pese a que desde 2012 funciona el emisario submarino que debe vertir en el Mar Caribe el 100% de las aguas residuales recogidas por el sistema de alcantarillado doméstico de Cartagena.
Aguas de Cartagena reconoce las descargas en el Juan Angola y las justifica sólo en momentos de emergencia o de lluvias, por “la falta de alcantarillado pluvial” y “fallas eléctricas en las estaciones de bombeo”. Fallas que ocurren por obstrucciones que se generan cuando la estación supera su capacidad máxima de almacenamiento.
El asunto fue debatido por el Concejo Distrital de Cartagena, en marzo pasado, pero sigue sin una solución a corto plazo. Mientras tanto, aumentan los reclamos de los vecinos del Juan Angola, los más afectados por esa contaminación.
“Vierten sus aguas negras y servidas aquí, en vez de ir hacia lo más profundo del mar, con el emisario submarino. Vienen aquí a verter sus aguas sucias”, lamenta el abogado Cabarcas.
Otro factor de contaminación para el Juan Angola son los asentamientos humanos informales. Parte de ellos se han instalado en la ribera del caño, a la altura del sector La Unión, en el barrio Torices.
En 2009, cuando Rafael Caraballo, habitante y líder comunal de Torices, interpuso una acción popular para la reubicación de las familias asentadas en la ribera, eran 13 las viviendas. Hoy, según la presidente de la Junta de Acción Comunal del sector, Etelvina Romero, son alrededor de 136.
De acuerdo con el EPA, ese cordón de pobreza de La Unión está estrangulando aún más uno de los sectores del Juan Angola (la Laguna del Cabrero): por un lado, los invasores rellenan con escombros para aumentar las áreas de sus predios y, por el otro, vierten a diario aguas residuales y desechos humanos porque no están conectados a las redes de alcantarillado.
A la par de esa contaminación está la de las construcciones de lujosos apartamentos, valorados en el mercado inmobiliario entre $400.000.000 y $1.000 millones. Son proyectos de reconocidas constructoras, que ofrecen apartamentos y condominios con acabados de alta gama y comodidades, como baño turco, gimnasio, parque infantil, salón social climatizado, zona de barbacoa y piscina.
Muchos de esos edificios, tan pronto son habitados, aumentan la contaminación del caño vertiendo sus aguas residuales en él, como La Contratopedia Caribe pudo evidenciar en un recorrido por el Juan Angola.
Si bien no son aguas con desechos fecales, también contaminan y deberían ir a una red de alcantarillado.
Los líderes ambientales de Torices denuncian que ese crecimiento acelerado en las veras del caño tampoco respeta la distancia de 30 metros, establecida por las normas colombianas para la construcción en inmediaciones de cuerpos de agua.
Ese hecho demuestra que a la institucionalidad cartagenera le ha faltado sancionar a las constructoras que han ocupado la ribera del caño con edificios.
Y forman parte de esa institucionalidad cartagenera la Secretaría de Planeación del Distrito, encargada de verificar el uso de los suelos donde se construye; la Oficina de Espacio Público, que debe ejercer autoridad para que no se invada un espacio público natural y estatal como un cuerpo de agua; las curadurías urbanas, que dan los permisos de construcción, y hasta Camacol, gremio de los constructores.
Una de esas construcciones irregulares en la ribera del Juan Angola es el edificio Vento Cabrero, en inmediaciones de la Laguna del Cabrero y con luz verde de la Curaduría Urbana N° 1 desde 2021.
El Juzgado Sexto Administrativo de Cartagena frenó esa obra porque arrasa con un área de manglares, está en bajamar (predio de uso público, jurisdicción de la Dirección Marítima) y contribuye al taponamiento de la laguna.
Ese proyecto inmobiliario, impulsado por las constructoras Smart Bau, de Bogotá, y Araujo y Segovia, de Cartagena, se trazó en un lote que la Empresa de Desarrollo Urbano de Bolívar (Edurbe) le vendió a la firma Eléctrica SAS.
La venta se hizo amparada por la Ley 62 de 1937, que autoriza al Estado a rellenar y vender lotes para proyectos de utilidad pública. Ventas que en Cartagena se han dado en medio de sombras de corrupción.
Sin embargo, la Corte Constitucional declaró inconstitucional esa ley de los años 30 en la Sentencia C-408 de 2019, argumentando su incompatibilidad con las normativas ambientales vigentes. Por tanto, las ventas y construcciones amparadas bajo esa normativa de hace casi un siglo ya no tienen piso legal.
Los riesgos sanitarios más allá de la nostalgia
Tan claras están las causas de la contaminación del Juan Angola como el impacto en la salud de las comunidades que viven cerca de sus aguas.
Estudios del Departamento Administrativo Distrital de Salud (Dadis) han encontrado que, a mayor contaminación de un cuerpo de agua como el Juan Angola, mayor será la incidencia de enfermedades.
Entre ellas, las diarreicas agudas (EDA), las infecciones respiratorias agudas (IRA), el dengue y las dermatosis (infecciones de la piel como sarpullidos o escamas).
Según Cartagena Cómo Vamos, durante 2023, en los barrios adyacentes al caño Juan Angola hubo cerca de 132 casos de dengue, mientras que líderes de Torices dicen que ya han tenido varias muertes por esa enfermedad en su comunidad.
Una de las pérdidas que aún conmueve, profundamente, a Torices es la de Luis Mateus Arroyo Navas, de tan solo 14 años y quien no resistió el dengue en 2021.
En lo que va de 2024, ya se han presentado 18 casos de dengue en ese barrio, de acuerdo al último informe epidemiológico del Sistema de Vigilancia en Salud Pública.
La sedimentación, además, favorece el desbordamiento de este cuerpo de agua en época de lluvias. En los meses de invierno, los residentes que colindan con el Juan Angola rezan para que no ocurran inundaciones devastadoras.
En repetidas ocasiones se han enfrentado a la angustiosa realidad de ver cómo el agua y los desechos sólidos invaden sus hogares, llegando a alcanzar niveles que superan la altura de las rodillas.
Los más afectados son quienes habitan el sector La Unión, en la ribera del caño. Su cercanía al agua y la naturaleza fangosa de las tierras sobre las que construyeron sus hogares los hace vulnerables a los deslizamientos.
Los intentos distritales recientes para recuperar el Juan Angola
En 2020, el exalcalde de Cartagena William Dau emitió el Decreto 1338 que le otorgó al EPA funciones para cumplir las sentencias judiciales que ordenan la protección del ambiente, entre esas, la recuperación del caño Juan Angola.
Al año siguiente, el EPA presentó un plan integral de recuperación, que contempló relimpias, dragados y educación ambiental.
Como parte de ese plan integral, el Distrito reactivó en 2022 el contrato interadministrativo 001–2018, que firmó con Edurbe en agosto de 2018 para la relimpia del Juan Angola. Lo suscribió, por $14.999 millones, durante la administración interina de Yolanda Wong.
Después de que esa empresa pública contrató al Consorcio Caño Juan Angola 2018, la Procuraduría Ambiental pidió la suspensión del proceso. El ente de control argumentó que no eran claros los estudios ambientales y faltaban permisos para la ejecución de las obras.
La Procuraduría sólo levantó la acción preventiva en 2022, después de dos años de inestabilidad en La Aduana, que Cartagena vivió entre 2018 y 2020, y dos años adicionales de mesas técnicas con la administración de Dau.
Subsanados todos los trámites, la relimpia del caño comenzó el primer semestre de 2023 y avanzó entre los sectores San Pedro y Libertad y Marbella.
Sin embargo, por tratarse de un contrato de 2018 cuya ejecución inició cinco años después, el contratista encontró nuevas condiciones de manglares que requirieron parar las obras durante tres meses.
Durante ese periodo, Edurbe debió tramitar nuevos permisos de aprovechamiento forestal ante la Corporación Autónoma Regional del Canal del Dique (Cardique) y el EPA, autoridades ambientales de Cartagena.
Con el cambio de gobierno distrital, el contrato estuvo suspendido entre diciembre de 2023 y marzo pasado, cuando la administración de Dumek Turbay lo reactivó. Desde entonces, ha intervenido otros tramos problemáticos del caño, como el sector La Unión.
Para recuperar por completo la capacidad hidráulica y garantizar el recambio de las aguas en ese sector —según un vocero del Distrito—, el caño debe tener un ancho de 30 metros. Hasta ahora el contratista sólo ha logrado entre ocho y 10 metros de ancho para evitar el deslizamiento de los asentamientos irregulares de la ribera.
Pese a esa limitante, la relimpia ya comenzó a cambiarle el aspecto al caño en ese problemático sector.
Por eso, para que la recuperación ambiental de La Unión se dé por completo, el Distrito debe reubicar a las 136 viviendas que invaden el caño.
En 2022 Corvivienda, el EPA y la Oficina de Gestión del Riesgo distrital anunciaron la reubicación de 42 de esas viviendas informales, cumpliendo una acción popular interpuesta por el líder ambiental Rafael Caraballo. El fallo obliga al Distrito a recuperar el área ocupada.
Hasta ahora el Distrito sólo ha trasladado tres viviendas, le explica a La Contratopedia Etelvina Romero, presidenta de la Junta de Acción Comunal (JAC) del sector La Unión y quien ha seguido de cerca el proceso.
Los otros 39 seleccionados para reubicación —continúa Romero— están en trámites de legalización de escrituras de sus nuevas viviendas. Esta líder comunal espera que con el gobierno de Turbay se trace una ruta de reubicación para el resto de asentamientos.
Esa administración trabaja en un plan de reubicación a mediano plazo, mientras que a corto plazo impulsa una serie de actividades de “limpieza y recuperación integral del Juan Angola” durante todo mayo.
Todos esos anuncios de Turbay se enmarcan en el Plan de Desarrollo 2024-2027, ‘Cartagena ciudad de derechos’, que apuesta por un territorio más organizado alrededor del agua.
Especialmente, porque el alcalde ha prometido que en su cuatrienio despegará el proyecto de transporte público acuático, adscrito al sistema masivo Transcaribe.
Para lograr una mayor organización y mejorar la relación de Cartagena con el agua, el gobierno Turbay plantea fortalecer la autoridad ambiental y desplegar dispositivos de monitoreo en puntos estratégicos. Esos dispositivos recopilarían datos en tiempo real y alertarían de riesgos inminentes en los cuerpos de agua.
Mientras todas esas promesas se cristalizan, líderes como Telma Gómez, Javier Cabarcas y Rafael Caraballo esperan que el Juan Angola recupere parte de su gloria pasada y, por qué no, vuelva a ser la despensa que alguna vez fue.
Todos ellos piden medidas sostenibles en el tiempo, no “pañitos de agua tibia” que cambian con cada gobierno distrital y no logran sacar al Juan Angola de su permanente agonía.