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Gran Bazar: de “Buenavista de Barranquillita” a una ‘empanada’ que divide a los vendedores

El Gran Bazar está abierto desde abril pasado en el mercado de Barranquilla. Aún no despega porque no todos los vendedores quieren mudarse de la calle 10. /Foto: Juan Alejandro Tapia

Gran Bazar: de “Buenavista de Barranquillita” a una ‘empanada’ que divide a los vendedores

Después del escándalo por los recientes estragos de la lluvia, la Alcaldía de Barranquilla corrigió las fallas de diseño de la nueva plaza de mercado. Ahora quienes ya se mudaron esperan que lleguen los clientes. Crónica de  una promesa con estilo europeo que acabó en remiendo. 

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I. 'La Panchirri'

—Yo estoy muy agradecida con:

Dios

mi mamá 

y Álex Char 

Yesenia, ‘la Panchirri’, dice que contar con un techo y un cubículo de cemento le ha cambiado la vida. Antes tenía que matar culebras y espantar a los insectos que se posaban sobre los alimentos al aire libre. Ahora puede preparar sus desayunos y jugos naturales en un espacio de cuatro metros cuadrados (2×2), con conexión eléctrica para su olla arrocera, y dedicarle más tiempo a la sazón que a las moscas. 

Hace cuatro meses dejó su quiosco en la calle 10, entre las carreras 41 y 45, para mudarse al Gran Bazar, la plaza de mercado construida por la Alcaldía de Barranquilla entre las carreras 41N y 42 y las calles 7 y 9, en un área de 20.000 metros cuadrados. 

Yesenia es una de los 750 vendedores que recibieron puestos numerados por los que deberán pagar, dentro de unos meses, arriendo y administración. Servicios como el gas los cancelarán aparte.

Le dicen ‘la Panchirri’ porque sus dientes delanteros sobresalen y la hacen parecerse al personaje creado por el humorista Rafael Zequeira en los años 90. A ella no le incomoda el remoquete porque su sonrisa, tatuada por obra y gracia de la genética, atrae a más clientes a su negocio, donde ofrece arroz de pollo, huevos fritos o revueltos y yuca harinosa.

—A nadie le ha salido rucha. Esta es comida barata, pero de calidad. El ojo para la yuca lo heredé de mamá. 

En el orden jerárquico de su agradecimiento, la madre ocupa el segundo lugar. Ella le dejó el puesto cuando todavía estaban en la calle 10, un hervidero de vendedores de carnes, granos, frutas y verduras muy cerca de los caños de aguas turbias y fétidas del Mercado de Barranquilla, que conectan con el río Magdalena. 

El Gran Bazar, un proyecto que se materializó en la administración del alcalde Jaime Pumarejo (2020-2023) para recuperar espacio público y brindarles condiciones dignas a estos trabajadores, fue, desde su etapa de socialización, una luz de esperanza para salir de esa podredumbre.

—Imagínese lo que era eso cuando llovía…

Yesenia, en su nuevo punto de venta de comidas en el Gran Bazar. Foto: Juan Alejandro Tapia.

A las cinco de la mañana comienza el movimiento en el Gran Bazar. Cuchillo en mano, Yesenia parte una yuca, pela unos mangos y desmenuza un pollo. Tiene 49 años, un cuerpo menudo aunque macizo, y energía de sobra para no dejarse vencer por las dificultades. No recuerda desde cuándo empezó a trabajar, pero agradece, esta vez solo a Dios y a su mamá, porque sus tres hijos y dos nietos no se acuestan sin comer.

Como cientos de miles de personas con ingresos mínimos en Barranquilla, una de las ciudades de Colombia con marcada desigualdad, Yesenia ve en la figura del alcalde Alejandro Char a un benefactor y no a un gobernante. En la consolidación de esa imagen han sido clave el carisma innegable de Char, su capacidad de “llegada” con la gente pobre a pesar de pertenecer a una de las familias más millonarias del país, y la prensa, que le brinda respaldo irrestricto como mandatario desde su primera administración (2008-2011).

Una manifestación de esa extraña dualidad opulencia-carencia la dio el mismo Char el 13 de abril pasado, en el acto de inauguración del Gran Bazar, al comparar la obra frente a decenas de vendedores de plátano, papa y tomate con uno de los centros comerciales más exclusivos de la ciudad:

—¡Este va a ser el Buenavista de Barranquillita!

 

II. El hombre de negro

La Alcaldía de Barranquilla y la Gobernación del Atlántico inauguraron el Gran Bazar en abril pasado. Foto de la Alcaldía de Barranquilla.

Un séquito lo acompaña a donde va. Secretarios del gabinete, asesores de comunicación, camarógrafos, fotógrafos, y la prensa, que no escatima en publicar cada uno de sus pasos. Desde su tercera posesión, el 29 de diciembre de 2023, el alcalde de Barranquilla viste de negro para diferenciarse de los demás mortales. Su magnetismo es el mismo de sus dos primeros mandatos (2008-2011 y 2016-2019), pero ahora su leyenda de gran gestor de obras públicas lo precede. 

La construcción del Gran Bazar comenzó en la administración pasada, en cabeza de Jaime Pumarejo, un joven político que adquirió notoriedad en las toldas charistas durante los dos primeros mandatos de su entonces jefe, por lo que la obra fue entregada por Char en abril de este año como una más de sus ejecutorias.

Costó $36.506 millones ($36.506.105.153), y la Gobernación del Atlántico puso la mitad. El grupo político Char manejó la administración departamental los últimos cuatro años con una de sus militantes más fieles, Elsa Noguera, y aún mantiene injerencia con su aliado Eduardo Verano, gobernador por tercera vez con aval del Partido Liberal. 

En su cuenta en la plataforma X, la Gobernación enumera las bondades de la nueva plaza de mercado: 

  • Zona para carga y descarga de productos
  • Puestos para restaurantes
  • Puestos de venta de cárnicos, verduras y frutas
  • Parqueaderos
  • Baños
  • Cuarto frío 
  • Subestación eléctrica
  • Servicio de agua
  • Iluminación
  • Arborización
  • Y jardines en sus alrededores.

El contrato para construir el Gran Bazar lo firmaron, el 6 de diciembre de 2021, la Empresa de Desarrollo Urbano de Barranquilla (Edubar) y el Consorcio Gran Bazar 2021, integrado por:

  • RYD Construcciones SAS, con el 40% de participación
  • Proyectos y Gestión del Desarrollo SAS, con otro 40%
  • Y Constructora Jemur SA, con el 20% restante. 

Hasta este punto del relato, una obra con recursos de la Alcaldía de Barranquilla y la Gobernación del Atlántico adjudicada sin problemas y proyectándose como una historia de éxito poco frecuente en la contratación pública nacional.

En enero de 2022, un mes después de la firma del contrato, el gerente de Ciudad del gobierno Pumarejo, Carlos Acosta, dijo al periódico El Heraldo que “se trató de diseñar un ícono arquitectónico que sea un imán para que la gente lo vaya a visitar. Tendrá techos altos, ventilación, espacios abiertos, zonas de comidas”, con vista a una gran plaza central dentro del mercado, que articula todos los puestos de los vendedores.

La experiencia que buscaban conseguir, según el diario, era la de caminar por un sitio abierto, sin concentración de olores ni la sensación de asfixia de un edificio, concepto inspirado en el Gran Bazar de Estambul o el Mercado de Oaxaca, en México.

La estructuración del proyecto, diseños incluidos, la hizo la empresa mixta Puerta de Oro.

—No solamente es un puesto de compra y venta, también se podrá hacer turismo…

La frase, en esta ocasión, no es de Char, sino del gobernador Eduardo Verano, el mismo día de la inauguración, contagiado por el entusiasmo del hombre de negro. Para entonces ya muchos vendedores habían alertado de fallas evidentes en el diseño, con techo abierto, pero sus voces no fueron replicadas por los medios de comunicación. 

El pasado 13 de abril, nadie aguó la fiesta de la inauguración. El Gran Bazar abriría al público la mañana siguiente.

III. La estructura europea

Así lucía la cubierta original del Gran Bazar, que el Distrito tuvo que intervenir después de su inauguración porque no protegía de la lluvia ni del sol a los vendedores.

Domingo 28 de abril, dos semanas después de la inauguración. Los clientes dentro del Gran Bazar pueden contarse con los dedos de las manos. El temor de los vendedores es una realidad: los compradores no están convencidos de entrar a la nueva plaza, prefieren adquirir sus productos donde siempre los han encontrado: la calle. 

El parqueadero, un lujo en pleno corazón de Barranquillita, está vacío: pocos saben cómo llegar en carro. Las vías de acceso pueden ser aisladas y solitarias, como la carrera 38 —ruta a la icónica Cervecería Águila— o congestionadas por vendedores que impiden el paso desde la calle 30. Perros famélicos deambulan por los puestos abandonados —o jamás  ocupados— a la espera de un alma caritativa que les arroje desperdicios de pollo, cerdo o vaca. 

Afuera, en las calles desalojadas por los vendedores reubicados, el hormiguero humano de siempre. No importan las frases de los tecnócratas de la Alcaldía que pasaron meses socializando el proyecto: “Dignificar el trabajo”, “calidad de vida”, “mejorar las condiciones”, en el duro pavimento diario lo que vale es llevar dinero a casa.

—Yo tuve que dejar a alguien allá en el Gran Bazar y regresarme para acá (la calle 10) con algunos productos, porque mientras la gente conoce donde estamos ubicados, los graneros están aprovechando para pescar en río revuelto y vender frutas y verduras.

Eso dice Ismael, quien prefiere no dar su apellido para que no le quiten el puesto asignado por la Alcaldía. 

Su denuncia fue corroborada por Joaquín Cervantes, presidente de Asovendedores. 

—Es una competencia desleal y con poca solidaridad frente al proceso de transformación de Barranquillita.

Dos de la tarde. El cielo está encapotado, pero el calor arde como una brasa sobre la nuca: hay rumor de lluvia en Barranquilla. Afuera, los vendedores corren a tapar sus productos; adentro, están confiados. Les han dicho que la obra pasará la prueba del agua. No es así: el diseño de techo abierto no contempla el efecto de la brisa.

Desilusionada, una vendedora graba un video con su celular y en pocos minutos manda a la lona al alcalde Char, a su antecesor Pumarejo, a los tecnócratas de la socialización, a los contratistas, a los arquitectos y hasta a los periodistas, por no escuchar a tiempo las voces de alerta.

—Solamente un serenito y se ha mojado todo, el agua pasa de un lado a otro. La famosa estructura europea, miren en lo que queda…. 

 

Antes de que termine el día, el video será replicado cientos de miles de veces y la imagen de Char como gestor recibirá otro fuerte revés (al Gran Bazar le anteceden las demoradas obras de las calles 30, Circunvalar y La Cordialidad).

IV. La 'empanada'

Según el diseño original, los techos del Gran Bazar debían ser abiertos. Sin embargo, ese estilo no funcionó. Foto: Juan Alejandro Tapia.

Donaldo Bolaños vende aguacates en el puesto 657 del Gran Bazar, desde las cinco de la mañana hasta las seis de la tarde. Por su dimensión, los ofrece a $5.000, pero apenas le piden rebaja los deja en $4.000. 

—Bien maduros, si los quiere para el almuerzo, o duritos para dentro de dos días. 

Tras el impacto del video en redes sociales, la Alcaldía intervino el techo con una cubierta de tejas plásticas y de aluminio para evitar inundaciones y proteger del sol a los vendedores y sus víveres. Es decir, la “estructura europea” dio paso al diseño más colombiano que existe: la “empanada”.

Dícese del estilo arquitectónico que surge de empotrar una obra sobre otra para mitigar los errores de la primera. La Contratopedia Caribe contactó a la Oficina de Prensa de la Alcaldía para conocer el valor de esta cubierta y si fue asumida por el contratista o directamente por el Distrito, pero la información solicitada aún no llega.

Un contratista instala nuevo material en los techos para evitar que el agua vuelva a inundar el Gran Bazar. Foto: Juan Alejandro Tapia.

—Los compañeros, si quieren estar afuera, es su decisión. Pero aquello es el pasado, esto es el presente.

Como Donaldo, los vendedores que se han quedado en el Gran Bazar reconocen que, con la instalación de la cubierta de aluminio, el único problema que persiste es atraer a los clientes, y están convencidos, ahora sí, de que la Alcaldía no va a dejarlos solos después del escándalo.

Una ruta de Transmetro para desembarcar en la nueva plaza, el cambio de sentido de algunas vías para facilitar el flujo de carros, una caravana de funcionarios públicos desde el Malecón del Río al Gran Bazar y la compra de 2.000 mercados de la Fundación Tecnoglass (aliada del Distrito) han sido los intentos recientes del gobierno de Char para mejorar las ventas e impulsar la llegada de compradores. 

Sin embargo, no ha sido suficiente.

El mayor temor de los vendedores del Gran Bazar es que empiecen a cobrarles el alquiler de los puestos sin que hayan logrado estabilizar sus ingresos.  

La cuota mensual, que incluirá servicios públicos, administración y vigilancia, no debería sobrepasar los $200.000, opina Yesenia, ‘la Panchirri’, mientras prepara los alimentos al carbón.

—El gas lo voy a tener que pagar por mi cuenta, pero no me importa, aquí estoy mejor.

Una respuesta a “Gran Bazar: de “Buenavista de Barranquillita” a una ‘empanada’ que divide a los vendedores

  1. Es intersante saber quiene son los socios de las empresas contratistas. Una de las empresas contratistas , Proyectos y Gestión del Desarrollo SAS, tiene un website que no dice mucho pero que muestra once clientes mostrando los simbolos de las entidades que los han contratado y todas son oficiales. Bastante suertudos?

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