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“Primero debemos construir ciudad, después el turismo llegará a Cartagena”: Joel Samper

Joel Samper, arquitecto e investigador de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, reflexiona sobre el impacto social de la excesiva apuesta por el turismo en Cartagena, una ciudad que la pandemia parece dibujar, a mediano plazo, sin turistas. Una realidad inédita en la historia reciente de la capital turística de Colombia.

*Esta entrevista forma parte de la serie ‘Pensar el territorio, pensar lo que viene’.

Uno de los sectores más golpeados por la pandemia en Cartagena ha sido el turístico. Desde mediados de marzo, con el espacio aéreo cerrado y gran parte del mundo confinado, los visitantes nacionales y extranjeros desaparecieron de las coloniales calles del cordón amurallado, de los balnearios urbanos y de las islas cercanas.

Toda una debacle que tiene a ese gremio pidiéndole un salvavidas al Gobierno nacional, porque proyecta que su recuperación le tomará, al menos, un año después de reabierta la economía.

Algunas voces cartageneras ven en esta crisis una oportunidad para que la capital de Bolívar se plantee una relación distinta con el turismo y le apueste a ofrecerles calidad de vida a quienes la habitan, no solo a quienes la visitan.

Una de esas voces es la de Joel Samper, profesor del programa de Arquitectura de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, seccional Caribe. Para este arquitecto e investigador, con maestría en sostenibilidad de la Universidad Politécnica de Cataluña, Cartagena necesita apostarle a cambios sociales que incluyan dejar de creer que su progreso se mide por el número de visitantes que llegan al aeropuerto Rafael Núñez.

Sobre el impacto social de la excesiva apuesta turística de Cartagena, los últimos 60 años, y su inédito panorama a mediano plazo por la ausencia de turistas, va esta entrevista.

Fotografía tomada del VII Congreso de ciudades creativas.

La Contratopedia Caribe. En un trino reciente, usted decía que a partir del confinamiento y de la futura reactivación económica, Cartagena debería plantearse una nueva relación con su Centro histórico. ¿A qué se refería?

Joel Samper. El Covid nos enfrentó a una realidad completamente distinta. De la noche a la mañana, el turismo, esa actividad económica que era el sustento de gran parte de los cartageneros, desapareció.

El virus expuso lo frágil de la economía cartagenera, exacerbó su inequidad y puso de manifiesto que es una ciudad que no tiene ningún tipo de infraestructura: ni educativa, ni de salud, ni vial.

En Venecia, por ejemplo, ya están pensando en cambiar algunas viviendas turísticas por viviendas para los universitarios y se están preguntando qué va a pasar con los edificios que quedarán vacíos por los hoteles en quiebra. 

También en Lisboa, el alcalde decidió recientemente que, una vez pase la pandemia, en el Centro quedarán prohibidos los alquileres de Airbnb. Esas viviendas desocupadas serán destinadas a trabajadores de la salud o los funcionarios públicos. 

Si en el mundo están pensando qué pasará después de la pandemia, Cartagena debería estar en la misma tónica. Deberíamos preguntarnos, qué es lo que nosotros queremos. ¿Queremos convertir Cartagena en una escenografía para turistas, tipo Disney World?

Esa es una escenografía sin ningún tejido social. Simplemente está puesta ahí para ofrecer un espectáculo para quien pueda comprarlo. Como cartagenero siento que esto no puede pasar. 

Para mí Cartagena es otra cosa. 

LCC.  ¿Qué es Cartagena para usted?

JS. Para mí Cartagena es la venta de patacones en la esquina, las empanaditas triangulares, los jugos que ya no existen, los carretilleros, el mango. 

Había una tradición importante —todavía pasa en San Diego, pero sobre todo en los barrios populares— que era hacer todo en la puerta. Tú caminabas por las calles del Centro y encontrabas a los dueños de las casas sentados en la puerta, echando chisme, sacando piojos, lavando el arroz. Había vida de barrio. La gente se conocía. 

En el Centro había colegios. Estaban El Salesiano, La Esperanza, La Presentación, Esamericas. Las iglesias no eran un atractivo turístico. No había esos sistemas de expoliación en los que te alquilan la Plaza de La Proclamación para un matrimonio. 

Ahora quedan muy pocas cosas. Por ejemplo, quedan tres tiendas: la de la esquina en la plaza de San Diego, la de la Calle de la Universidad y una en Las Bóvedas.

Existía una vida funcional en el Centro que, para mí, es muchísimo más importante en términos de patrimonio que las hordas de turistas que lo caminan, buscando esa foto que ya vieron en internet para replicarla. El turismo se volvió un chequeo de lista.

LCC. Pero pareciera que esa nueva realidad, moldeada por el turismo, ya está consolidada en el Centro. En Getsemaní, en cambio, hay una puja viva, hay unos procesos en efervescencia…

JS. Sí, Getsemaní es un caso completamente distinto. Como había un comercio asociado al mercado, hubo grandes predios abandonados.

Tengo una teoría, una percepción personal. Siento que el imaginario que rodeó a Getsemaní, durante los años 70, 80 y principios de los 90, de ser ese espacio de lumpen en donde se refugiaban los ladrones, los drogadictos y los malandrines, logró proteger su tejido social. Un tejido social que ha sido bastante resistente, que está resistiendo solo. 

Desafortunadamente, a nosotros los cartageneros no nos han hecho parte constituyente del patrimonio. Porque, además, el concepto de patrimonio inmaterial surge después de la declaratoria de patrimonio de Cartagena. Hasta ese momento, lo que se entendía, y lo que se ha querido seguir entendiendo en Cartagena como patrimonio, son las fachadas de las casas del Centro. 

El cambio en Getsemaní comienza cuando los backpackers (mochileros) entran a la calle Tripita y Media. Del 2006 al 2011, empiezo a ver cómo comienza a cambiar la Plaza de La Trinidad, cómo aparecen los restaurantes dentro de Getsemaní y cómo cada vez son más los hostales. 

En la gentrificación, primero, vienen los mochileros y detrás de ellos la sensación de seguridad que le permite al resto del entorno económico apropiarse de los barrios.

LCC. Pero, la gentrificación en el Centro no se dio así…

JS. No, en el Centro el proceso ha sido distinto. De hecho, no soy capaz de llamar lo del Centro gentrificación. Allí hay otra dinámica distinta. 

Le preguntas a la gente sobre el Centro de los años 70 y 80 y te dicen que estaba deteriorado, que tenía problemas de sanidad complejos, pero nunca deshabitado. Ves las foto de esos años y aparecen unas telarañas enormes de cables eléctricos que pasaban por las calles.

Eso, de alguna manera, chocaba con la idea de modernidad que ya se había instaurado en Cartagena. Un proceso que ya venía de Bogotá, con el sello de turistificación de la ciudad, pero que claramente también era respuesta a clamores locales.

Tengo la impresión de que en nuestro imaginario el deterioro del Centro está asociado a que ya nadie vivía en él, a que estaba abandonado y que el proceso de turistificación vino a salvarlo. Pero siempre tuvo gente habitándolo.

LCC. Entonces, no deja de ser paradójico que los turistas lleguen al Centro, ansiosos por conocer la idiosincrasia de Cartagena, pero al mismo tiempo éste no sea ya un espacio habitado por los cartageneros o al menos sean pocos quienes vivan allí.

JS. De acuerdo. Tú estás viendo una caricatura de Cartagena, a tal extremo que la palenquera de hoy ni siquiera es nuestra palenquera. Aquí la palenquera toda la vida se vistió de blanco y vendía frutas y dulces, de casa en casa. A muchas de ellas les tocó reinventarse, la palabra que ahora está de moda, porque en el Centro su figura deja de tener sentido cuando ya casi nadie vive ahí. 

Este colorido actual de la palenquera aparece cuando caricaturizamos su imagen para volverla un símbolo representativo que sirve para la foto. La palangana de la palenquera era una cosa grandísima, pesada, porque ahí llevaba su sustento. Ahora tú ves a las palenqueras del Centro y tienen unas palanganitas. 

LCC. Usted ha manifestado que es “urgente coordinar esfuerzos” que permitan la coexistencia de la actividad económica, y la salvaguarda de la Cartagena inmaterial, para que no se convierta en lo que usted ha calificado como “una burda escenografía para turistas”. ¿Cómo se podrían coordinar esos esfuerzos? 

JS. Nos toca dejar de aproximarnos a la ciudad como una ciudad turística, ese remoquete nos ha hecho daño. 

Antes que cualquier cosa, Cartagena tiene que aprender a ser ciudad. El filósofo Henri Lefebvre plantea el concepto del derecho a la ciudad: quienes habitamos en ella tenemos derecho a disfrutarla, a tener educación, a conseguir trabajo, a un buen espacio público. Entonces, primero construyamos la ciudad. Una vez la ciudad esté consolidada, el turismo llegará.

Aquí hemos construido una escenografía para el turista, con el argumento de que cuando el turismo llegue y se consolide se podrá construir la ciudad. Llevamos 60 años viendo que ha sido imposible.

LCC. Entonces, es momento de comenzar  a plantear otros escenarios, mucho más en tiempos de pandemia…

JS. Hasta hace muy poco el progreso se seguía entendiendo como un asunto enteramente económico: si un país tenía un PIB muy alto, éste se derramaría de manera equitativa por toda la pirámide social. 

En ese escenario surge, en los años 60, la idea de convertir a Cartagena en una ciudad turística y se toman unas decisiones —que hoy serían— supremamente salvajes: cambiar el Centro, reemplazar el Mercado de Getsemaní por Bazurto con la excusa del incendio; borrar Chambacú y sacar a la gente de los barrios cercanos a la muralla, como Pekín, Boquetillo y Pueblo Nuevo. Existía una noción de ‘higienidad’. Como era gente pobre, eran barrios que afeaban lo que se entendía como conjunto patrimonial. Y ya se pensaba en que eso iba a ser la gallina de los huevos de oro. 

No importaron las consecuencias sociales. Se creía que si la ciudad se volvía un emporio turístico, el dinero irrigaría la economía y se regaría por toda la ciudad. La historia nos ha demostrado que es una apuesta fallida o al menos una promesa incumplida. 

Si en 60 años el turismo no ha sido capaz de ofrecer posibilidades de una vida justa y equitativa para la mayoría de los cartageneros, dudo mucho que sea capaz de hacerlo ahora. Eso explica por qué hay gente pasándola tan mal. Gente que no puede estar en su casa en cuarentena, porque tiene que salir a buscar la comida. 

LCC. ¿Podríamos hablar, entonces, de un turismo sostenible para Cartagena?

JS. Soy de los que entiende la sostenibilidad como un equilibrio entre tres patas: la social, la económica y la ambiental. No creo posible un turismo sostenible, porque alguna tendrá que sufrir para que la actividad turística ocurra. Prefiero pensar, en cambio, que puede existir un turismo de bajo impacto.

LCC. ¿Cómo se evidencia ese turismo de bajo impacto?

JS. Ya sabemos que el turismo convencional ha sido capaz de desplazar a la gente y de acabar con el patrimonio. En Playa Blanca, por ejemplo, hay un alto impacto ambiental.   Debemos ser capaces de plantear un modelo de negocio turístico en el que se minimicen todos esos impactos negativos. 

Evidentemente, los turistas no van a dejar de viajar en avión. En Europa, por ejemplo, hay muchas aerolíneas que venden bonos de carbono. Aparte de comprar su tiquete, el turista paga un pequeño sobrecosto por el carbón que emite. La gente está dispuesta a pagar para sentirse bien porque hay también un sentimiento de culpa.

LCC. ¿En qué otro modelo de turismo podría pensar Cartagena?

JS. Los documentos que producen organismos internacionales, como el BID y la Unesco, le dan valor a los centros históricos como centros funcionales vivos, con una vida real. Plantean el turismo cultural como una solución. 

Ese es un turismo con un target distinto: no es el turista de un día, que llega en la mañana, se come un sándwich en McDonalds o en Subway y por la noche se monta en un barco y se va. El turismo cultural tratará de recorrer muchas veces la misma calle, buscará entender las dinámicas de la ciudad.

Es distinto ser turista que viajero. El turista es ese que va sin dejar de ser lo que es, mientras que el viajero se involucra adonde llega. 

LCC. ¿En Cartagena hay experiencias que están tratando de apostarle a eso?

JS. Sí, hay experiencias pequeñas. Hay una súper bonita, impulsada por la australiana Kristy Ellis, quien ofrece tours a Bazurto. Lleva al turista a comer arroz en hoja de plátano en pleno mercado. 

Bazurto ha despertado un montón de dinámicas dentro de la ciudad, como el Zoco Sorongo, una fiesta de champeta en el puesto del Runner –uno de los artistas urbanos de la estética picotera más reconocidos de Cartagena—. También está La Champetú, una fiesta que se hace cada tanto en el Centro para resaltar la champeta

LCC. Hay quienes catalogan fiestas como el Zoco Sorongo como un tipo de gentrificación…  

JS. No sé si se pueda clasificarlas como gentrificación, valdría la pena revisarlo. No tengo muy claro cómo catalogar este tipo de experiencias, pero rescato que al menos intenten darle un valor distinto a lo local.

LCC. Según las encuestas de percepción ciudadana de Cartagena Cómo vamos, los centros comerciales están entre los lugares de mayor esparcimiento de Cartagena, por encima de los sitios públicos. ¿Ese indicador es otra muestra de cómo los cartageneros terminan desplazados de algunos espacios de su propia ciudad? 

JS. Ese es un fenómeno global. La ciudad de hoy se construye a partir del mercado. Es el mercado quien delinea la ciudad. Y siento que, de alguna manera, eso tiene que ver con la necesidad cultural de apropiación y aproximación a los patrones norteamericanos.

En algún momento nos hicieron creer que uno de los problemas de los gobiernos era la alta carga por el costo de lo público, cuando resulta que es lo público, lo que construye democracia. 

Entonces, en este sentido, el centro comercial no deja de ser sino una escenografía privada que no te está construyendo realmente democracia. Lo que te convierte en democrático es que tanto Nelson Mandela como Bocagrande tengan un andén con los mismos materiales y la misma calidad.

LCC. Lo que se vislumbra, entonces, son unas dinámicas que difícilmente se cambiarán de un momento a otro. Menos ahora, cuando lo urgente será reactivar la economía con ese modelo que, para bien o para mal, venía facturando. Pareciera que esta discusión de ciudad seguirá aplazándose…

JS. Sé que estamos en un momento histórico, pero no sé qué poder de cohesión pueda tener el gobierno local. Lo que vaya a pasar dependerá mucho de lo que termine sucediendo en lo que queda de partido.

Lo que sí siento es que las personas que han dirigido la ciudad y nosotros, como ciudad, somos poco autocríticos, incapaces de hacer un mea culpa.

Aquí todos somos culpables de que Cartagena no esté funcionando como debiera. Nosotros, los cartageneros, tenemos un montón de responsabilidad por haber sido ciudadanos poco vigilantes de los procesos de gobierno y haber sido complacientes con la corrupción.

6 respuestas a ““Primero debemos construir ciudad, después el turismo llegará a Cartagena”: Joel Samper

  • Orgulloso y complacido que mi querido sobrino se esré dando a conocer en este medio donde unos pocos, que se creen dueños de la verdad y por tanto de lo wue debe ser esta ciudad. Yo me fuí de aqui hace mas de 50 años, y ahora ya retirado de mi profesion, encuentro que los problemas actuales son los mismos, pero exponencialmente aumentados y por ende mas críticos y mas dificiles de resolver. Huniera querido ver más énfasis y decision en lo que se debe hacer para ayudar a arreglar estos entuertos. Más decision y claridad en posibles soluciones
    No nos podemos quedar en el aire o el limbo moral cuando s soluciones y opiniones se trate. Creo que veo aquí el nacimiento de un nuevo lider, con mente y pensamientos claros, mas modernos y sin corrupcion.

  • Excelente análisis de la actual crisis económica de Cartagena generada por la pandemia, el error de que la mayoría de los ciudadanos dependan de la industria turística ha tenido consecuencias desastrosas. Otro problema es que las otras empresas que podrían generar empleo son privadas, extranjeras y no invierten en Cartagena como deberían. Me refiero al puerto, las refinerías (Mamonal) y la zona franca. Estoy de acuerdo cuando dices que “… es lo público, lo que construye democracia”, es la falta de democracia que crea la ausencia de sentido de pertenencia del cartagenero y la complacencia con la corrupción. Tenemos que mantener la esperanza de que los vientos de cambio en el mundo sean positivos y lleguen hasta esta hermosa ciudad, debemos ejercer nuestros derechos de ciudadanos y apoyar a aquellos dirigentes que no son corruptos y proponen a Cartagena como una ciudad para sus habitantes y meta de un turismo cultural sostenible.

  • Mejor título que contenido: se plantean buenas ideas pero se cae en lo anecdótico. Cartagena se plantea cómo una ciudad turística desde los años 40 con el Hotel Caribe y los casinos y como destino de playa. Es cierto, es un momento de reflexión , y los oportunistas son los que primero se han ido.

  • Creo que partir de la historia, no es caer en lo anecdótico pues es bueno conocer parte de la misma. Sin duda tendremos que transformar el sector de turismo y los servicios prestados a los turistas de cualquier país del mundo. Turismo amigable y ecológico es una exigencia mundial, y los nuevos hoteles y hostales del centro y getsemani deben caminar en esa dirección., por ejemplo con energia eléctrica de paneles solares. Deberíamos propender por una flota masiva de taxis eléctricos con incentivos para su reconversión. Cambio de las obsoletas redes de servicios públicos quye ya cunpleron su vida util.. Hacer planes maestros de playas para organizar tours con ofertas variadas en las mismas. Igual con museos y los edificio patrimoniales. Son ideas. .

  • Muy contundente, claro y preciso.
    Es totalmente claro que debe haber una sinergia entre los gobernantes dirigentes, líderes sociales, pensantes y educadores, y finalmente darle inclusión a las nuevas mentes de generación actual, romper formas donde más que errores, hoy son oportunidades de mejoras para hacer una co-relación y un Tejido real como respuesta a la necesidad de la ciudad. Dándole valor a la cultura social sostenible, vida en los barrios, y a lo que realmente es la esencia en sí de Cartagena.
    Creo profundamente que Cartagena tiene todo el potencial para lograr estos cambios, pero hay que educarla primero desde lo social, educacional e incluso económico. Casi que Re programarla en sus pensamientos. Y para esto se requiere un equipo de trabajo con carácter, y experiencia, líderes con visión .. dándole continuidad del mismo en el tiempo, a través de sus planes de trabajo.
    Excelente entrevista!

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