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[Opinión] Ratas

Juan Alejandro Tapia /Foto: Cortesía

[Opinión] Ratas

Mientras se estremece con escándalos pasajeros como el de los roedores en una venta de fritos, la sociedad barranquillera permanece indiferente ante la criminalidad y la corrupción, los grandes focos de infección de la ciudad, plantea Juan A. Tapia.

Ahí va una: grande, gorda, peluda; otra fisgonea por allá: lampiña, ruidosa, orejas en punta; una más intenta escabullirse apenas la descubren: flaca, vieja, enferma; otra —son tantas, imposible pensar en atraparlas a todas— parece dispuesta a dar pelea antes de soltar su botín. Viven para comer y reproducirse, ajenas a las infecciones causadas por su presencia. Son “ratas”, el término usado en Colombia para referirse a “los políticos” —tanto los elegidos por voto popular como los nombrados para cargos públicos— que aprovechan su posición para alimentarse del presupuesto de la nación y ensuciar el país con su porquería.

Las otras ratas, las de cuatro patas, fueron noticia en Barranquilla al comenzar este 2025 por un video que muestra a varios roedores dentro de las vitrinas vacías de una venta de fritos en la carrera 36 con 43, una zona del Centro de la capital atlanticense en la que pululan las cocinas callejeras.

Las imágenes, que no tardaron en volverse virales en una ciudad que adora estremecerse con escándalos pasajeros y se mantiene indiferente ante sus desafíos de supervivencia, provocaron la repulsión de los barranquilleros, pero no hay hasta ahora conocimiento de un brote de la terrible leptospirosis o por lo menos de un hospitalizado por dolor estomacal.

Los funcionarios de salud pública acudieron al lugar con la diligencia que suelen mostrar los empleados oficiales ante un caso de resonancia y sellaron el local hasta nueva orden. Es lo bueno de los escándalos de redes sociales, pueden gestionarse con acciones inmediatas de tal manera que produzcan la sensación de control. Surge una queja sobre la calidad del agua en Puerto Mocho, por poner otro ejemplo, y en poco tiempo aparece un estudio científico de una universidad de prestigio que la cataloga de “aceptable”. Riesgo controlado.

No ocurre lo mismo con los problemas verdaderamente infecciosos como la criminalidad y la corrupción. Casi 1.000 homicidios ocurrieron en Atlántico en 2024. Medicina Legal reportó 948 casos en el departamento, con Barranquilla y su área metropolitana como un gran campo de batalla en el que perdieron la vida 871 personas: 519 en la capital, 241 en Soledad, 76 en Malambo, 22 en Puerto Colombia y 13 en Galapa.

En el macabro conteo de cuerpos que año tras año sirve a las autoridades y la prensa para establecer una comparación que aumente o disminuya el rechazo de la sociedad, fueron 150 personas más que en 2023, cuando hubo 798 homicidios en todo el Atlántico.

El comandante de la Policía Metropolitana de Barranquilla, general Edwin Urrego, dijo a El Heraldo que 728 muertes obedecieron a sicariato, 449 víctimas poseían anotaciones o antecedentes judiciales y 408 tenían vínculos con bandas criminales. Según el oficial, estas cifras —las más elevadas que se recuerden— corresponden a la guerra que libran en las calles Los Costeños, Los Pepes, el Clan del Golfo y Los Papalópez.

Ah bueno, sigan matándose entonces, parece el trasfondo de su declaración.

Una pregunta para el general: ¿la estrategia es dejar que las bandas terminen por exterminarse mientras las autoridades sacan cuentas de quién formaba parte o no de ellas? Y otra: ¿los cuatro hombres asesinados la noche del 22 de noviembre de 2024 en el barrio El Carmen, cuando escuchaban música y tomaban cervezas frente a una tienda, en qué categoría entran?

A simple vista, la infección de la criminalidad puede parecer más agresiva que la de la corrupción, pero esta última ha demostrado mayor resistencia a los antibióticos de los organismos de control. Sorprende que en una ciudad donde el discurso oficial de pujanza y bienestar ha calado hondo en la prensa y en gran parte de los ciudadanos, las reacciones en las redes sociales tras el video de los roedores hayan estado encaminadas a exigir la eliminación de las otras ratas, las de dos patas.

El control antiplagas y la fumigación debería hacerse extensivo a todo el Centro de Barranquilla, quizá la zona con mayor presencia de unas y otras. Pero no solo ahí: la corrupción, como las ratas, se pasea por todas las esferas de la sociedad, tanto estatales como privadas —cárceles, compañías de servicios públicos, empresariado, el periodismo incluso—, y ha sido factor decisivo para el aumento de la criminalidad.

@jutaca30

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