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Juan Alejandro Tapia /Foto: Cortesía
[Opinión] La República Independiente
Lejos de esa ciudad utópica que plantea el alcalde, Barranquilla está alineada por lo bajo con el resto del país en la mayoría de los problemas sociales y sobresale por su poca efectividad para enfrentar a la delincuencia organizada, analiza Juan A. Tapia.
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¿Quiénes son esas personas que asisten con actitud de pavo real a todos los congresos y foros que tienen a Barranquilla como sede? Esas que van de un evento a otro, sin importar el anfitrión de turno, simulando encontrarse en el primer mundo. Muy cruzados de piernas puede vérseles en cada conferencia, el iPhone siempre a la mano para tomar notas o revisar la agenda, y ese idioma empalagoso, el costeñinglish de la mercadotecnia, para relacionarse con los de su especie.
Esas personas que lo mismo desfilan por el encuentro anual de Fenalco que por el de la Cámara Colombiana de la Infraestructura o por el de los hoteleros o el de los mineros o el de los diseñadores de modas o el de la rama judicial o el de los traumatólogos o el de las economías sostenibles o por el del gremio que haya hecho cola para reservar su cupo en el Centro de Eventos Puerta de Oro.
Gracias a la muy bien invertida plata de la publicidad oficial y la compra de free press a los medios de comunicación -notas periodísticas que parecen autónomas, pero no son más que promoción velada de la agenda institucional-, muchos barranquilleros han terminado por convencerse de que esos congresos representan a la ciudad en la que viven, cuando son un truco de espejos para ocultar bajo la cama la mugre de la Barranquilla real.
Han escuchado lo mismo tantas veces, dicho y repetido por los mismos gobernantes y funcionarios y empresarios y senadores y dirigentes gremiales, y por los mismos periodistas pagos que vienen de Bogotá a emitir sus opiniones también pagas e imprimirle a cada evento ese aire de sofisticación que, parece, no tienen los reporteros locales, que esas personas que asisten a todos los congresos se marchan a sus casas creyendo que cuentan con el mejor alcalde y el mejor gobernador y las instituciones más eficientes y que Barranquilla, en líneas generales, va por buen camino.
La más controversial de esas frases pomposas de congreso gremial, replicada por la prensa con un titular en el que no medió el análisis ni la reflexión, la dijo hace apenas unos días el alcalde Alejandro Char, en el XV Encuentro Regional de Infraestructura, al referirse a Barranquilla como una “República Independiente”.
Confrontar la dichosa frase con las noticias que la misma prensa publica a diario revela una ciudad diferente a la que vende el alcalde: si Barranquilla fuese una República Independiente el transporte público sería modelo de cubrimiento y rapidez; la cultura no se habría quedado sin escenarios; las finanzas no estarían en rojo; el Concejo cumpliría su papel fiscalizador; los periodistas, el de contrapoder; el desempleo no iría en alza; el hambre no afectaría a las clases vulnerables y la criminalidad no la tendría convertida en una de las capitales más inseguras de Colombia.
Barranquilla no solo está alineada por lo bajo con el resto del país, sino que sobresale por su poca efectividad para acortar las brechas sociales y enfrentar a la delincuencia organizada. La ciudad, aunque esas personas que asisten a cuanto congreso instalan en el Puerta de Oro insistan en negarlo, está en manos de las bandas criminales que extorsionan, roban y matan a su antojo.
En el norte de Barranquilla, el dinero malhabido huele a kilómetros de distancia; en Villa Campestre, ese enclave de Puerto Colombia al que fueron a parar las clases medias y privilegiadas, las cifras de homicidios del último año dan cuenta de una guerra en sus calles de centros comerciales, restaurantes, bares y residencias fortificadas. Ya la suciedad está llegando a su puerta y se resisten a reconocerlo. Prefieren seguir creyéndose ciudadanos de una República Independiente.
Lo mejor qué he leído, no esperaba menos de un periodista independiente de verdad verdad.
Un abrazo de independencia
Arturo Vega