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Juan Alejandro Tapia /Foto: Cortesía
[Opinión] La estatua de la Toty
La economía barranquillera necesita una rebanada de la torta del turismo nacional, una industria en franco crecimiento, y la efigie de Shakira en el Malecón del Río ya demostró que este tipo de atracciones da resultado a corto plazo, analiza Juan A. Tapia.
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¿Vale la pena haber gastado casi $900.000.000 en una estatua de Sofía Vergara para homenajear a la actriz barranquillera y sumar otro atractivo al Malecón del Río, el punto más turístico de la ciudad? Es la clase de pregunta que un periodista de opinión debe plantearse antes de emitir un juicio. Abrir el debate sobre el destino de los recursos públicos puede resultar más complicado cuando el foco está en la pertinencia y no en la corrupción.
¿Lo vale? ¿Pudo tener otra utilidad ese dinero? ¿Se trata, acaso, de una nueva cortina de humo para desviar la atención de los temas verdaderamente importantes: inseguridad, hambre, servicios públicos —solo hay espacio para Air-e en el discurso oficial, pero qué tal el desastre de la recolección de basuras—, inseguridad, desempleo, movilidad, inseguridad, inseguridad, inseguridad?
Los méritos de Sofía Vergara, la colombiana que más lejos ha llegado en la televisión y la industria del entretenimiento en Estados Unidos, nominada al Globo de Oro por su personaje icónico de Gloria Pritchett en la serie ‘Modern Family’ y recientemente por su interpretación de la reina de la cocaína Griselda Blanco para Netflix, no están para ser discutidos por nadie. El reconocimiento internacional de la actriz y presentadora se encuentra apenas un escalón por debajo del de Shakira, la barranquillera más universal, con estatua en el Malecón desde diciembre de 2023.
Imponente frente al río Magdalena, la figura en bronce y aluminio de la cantante cuyas caderas no mienten ha tenido tanta acogida que a cualquier hora del día, sin importar el sol o la brisa, pueden observarse las filas de visitantes que esperan pacientes para tomarse una fotografía. Las agencias de viajes han empezado a ofrecerla en sus paquetes de turismo, pues nada mejor que una estrella de fama mundial para poner el dedo en un mapa y hacer visible ese lugar.
Cada turista que visita la estatua en busca de la postal de rigor para sus redes sociales representa la posibilidad de vender un helado más en el Malecón, un café, una gaseosa, dos o tres cervezas, productos de pastelería o bizcochería, una hamburguesa, un chuzo desgranado, una pizza, una bolsa de agua o un raspao, pero la meta es lograr que ese turista permanezca más de unas pocas horas en Barranquilla.
Entre más razones existan para venir a la ciudad, aumentará la probabilidad de convencerlo de pagar una o dos noches de hotel, una cena romántica, un tour por otros sitios emblemáticos y de interesarlo por el Carnaval con espectáculos permanentes —¡cuánta falta de visión para montarlos!— de abril a enero. La estrategia está sobrediagnosticada, pero el boom de la estatua de Shakira ha demostrado, en apenas un año, que el resultado puede ser inmediato.
La economía barranquillera necesita quedarse con una rebanada —delgada, en principio— de la torta del turismo nacional, una industria que en 2024 rompió récord con 6,7 millones de visitantes, lo que significó un aumento del 8,5% respecto a los 6,2 millones de 2023. La proyección para este 2025 es que lleguen 7,5 millones de personas a disfrutar del país. Los sitios de mayor interés son, por ahora, las playas de Cartagena y el Centro Histórico de esa ciudad, los paisajes del Eje Cafetero, los museos bogotanos y el ambiente cultural y de rumba en Medellín.
La efigie de la Toty, la actriz latina mejor pagada de la historia en la televisión estadounidense, fue encomendada al mismo escultor que hizo un gran trabajo con la de Shakira, Yino Márquez, y ya está casi terminada, anunció el alcalde Alejandro Char. El contrato, firmado en 2024 entre la entidad Puerta de Oro y el artista por $847.270.097, no ha estado exento de reparos.
Como explicó la co-directora de La Contratopedia, Tatiana Velásquez, en un hilo de su cuenta de X, “la contratación de esta obra no prioritaria fue todo menos plural: el contrato lo firmó una mixta como Puerta de Oro, es decir, régimen de contratación especial. A ese tipo de organizaciones se les llama ‘contrataderos’ en Colombia porque contratan de todo y sin seguir la Ley 80”. Yino Márquez fue elegido por selección directa (a dedo) y “no hubo convocatoria para que otros artistas interesados se postularan y ganara la mejor oferta”.
Fuera de estas pertinentes consideraciones administrativas y de que el precio asignado por un escultor a su creación incluye una valoración subjetiva muy difícil de comparar con otro tipo de obra (un puente, una calle), la inversión en la estatua de Sofía Vergara podría recuperarse en corto tiempo de mantenerse el fenómeno suscitado por la de Shakira.
Más adelante, el Distrito debe contemplar el traslado al Malecón de la imagen de Esther Forero, abandonada a su suerte en la carrera 43 con calle 74, lejos del brillo y reconocimiento que merecen la vida y el legado de una artista adelantada a su época y revolucionaria como pocas. Esthercita completaría ese ‘paseo’ con las tres grandes barranquilleras de la historia, para rescatarla así del olvido de las nuevas generaciones.
He escrito en esta columna, varias veces, que no hay obra o proyecto que deba desviar la atención de nuestros gobernantes de la crisis de seguridad, con el flagelo de la extorsión a la cabeza, y lo sostengo. Pero eso no me impide analizar que la relación costo-beneficio de la estatua de Sofía Vergara puede resultar muy productiva para Barranquilla. No así el gasto de varios miles de millones de pesos en una rueda de la fortuna para el mismo Malecón, como planea la Alcaldía, lo que sí parece un lujo o una excentricidad.