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Juan Alejandro Tapia /Foto: Cortesía
[Opinión] La bala en el tambor
La consulta popular es el único instrumento de presión efectivo que tiene el Gobierno para sacar adelante unas reformas sociales que, de lo contrario, estarían condenadas al archivo, analiza Juan A. Tapia.
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La consulta popular es un revólver con una bala en el tambor, que el Gobierno Nacional ha utilizado para jugar a la ruleta rusa con el Congreso de la República. Cada vez que Petro o el presidente del Senado, Efraín Cepeda, hunden el gatillo, la estabilidad del país tambalea y el estado de derecho parece a punto de morir. Hasta ahora, la amenaza del proyectil oculto en la recámara ha sido conveniente a los intereses de la Casa de Nariño, ya que de otra forma no habría sobrevivido —con cortes y enmendaduras— la reforma laboral que reclama la mayoría de los trabajadores colombianos sin importar odios ni afectos políticos.
Solo cuando los sectores contrarios al Gobierno constataron, por las encuestas y el pulsómetro de las manifestaciones callejeras del 1 de mayo, la enorme acogida de las 12 preguntas planteadas en la consulta popular, comprendieron la necesidad de darle al pueblo una reforma laboral para no incendiar el país con otro estallido social y como garantía para mantener el orden jurídico y la división de poderes. La consulta, dijo el ministro de Trabajo, Antonio Sanguino, luego de la aprobación de la ponencia mayoritaria el martes 27 de mayo en la Comisión IV, es el “seguro de vida” de las transformaciones sociales.
El Gobierno parece decidido a correr el riesgo de inmolarse con una consulta que requiere 13.600.000 votos para tener validez, cuando el presidente Petro apenas llegó a 11.291.000 votos en las elecciones de 2022, su momento de mayor popularidad. Una derrota le costaría lo que le queda de capital político, pero su actitud entre temeraria y confiada al ponerse el revólver en la sien ha terminado por confundir a sus enemigos.
El jefe del Estado ha oprimido el gatillo dos veces: la primera, cuando radicó la consulta original, el 1 de mayo, tras su discurso en contra del Congreso con la espada de Bolívar empuñada; y la otra, cuando sus ministros presentaron la llamada consulta 2.0, el 19 de mayo, con cuatro preguntas adicionales, después del hundimiento de la anterior iniciativa.
Cepeda, entre tanto, accionó el disparador al cerrar la votación en la plenaria del Senado cuando el ‘No’ picó en punta, para luego salir a las carreras del recinto con sonrisa de triunfador y rodeado de guardaespaldas.
El revólver volverá a estar en la mano del parlamentario conservador en un par de semanas cuando el Senado deba pronunciarse sobre la consulta 2.0, pero su margen de error ya no es el mismo.
El tambor ha girado con cada disparo en seco y las posibilidades de volarse la cabeza aumentan: para Petro lo peor sería una segunda derrota en la plenaria que despeje cualquier duda de fraude sobre la otra, situación que no le dejaría camino distinto a avivar el fuego de la primera línea en las calles. Cepeda no la pasa mejor ante la disyuntiva de orquestar otro hundimiento que ponga los reflectores en el Congreso como enemigo de las reformas sociales o pavimentarle el camino al Pacto Histórico para las elecciones de 2026.
Para no tirar nuevamente del gatillo, Cepeda y los suyos revivieron la reforma laboral que había sepultado la Comisión VII hace poco más de dos meses, le quitaron la mortaja y la perfumaron, y en una demostración de destreza política —oportunismo, dirán algunos; cinismo, otros— lograron apoderarse del discurso de benefactores de la clase obrera, cuando lo concreto es que sin la bala de plata de la consulta —con sus 12 interrogantes simples y directos, que tanta suspicacia provocaron en la oposición, los gremios y algunos periodistas, pero tanto respaldo en el ciudadano de a pie—, los artículos para mejorar las condiciones de los trabajadores seguirían enterrados en una ponencia de archivo.
Aunque Petro y sus ministros han insistido en que el día en Colombia termina a las 6:00 pm y un segundo después debe empezar el recargo nocturno, la ponencia aprobada fijó el horario de pago desde las 7:00 pm, lo que de todos modos representa una conquista significativa para los trabajadores, que en la actualidad solo reciben este beneficio a partir de las 9:00 pm. Lo mismo ocurre con la liquidación de domingos y festivos, que será, tras la aprobación definitiva del proyecto en la plenaria y la conciliación con la Cámara de Representantes, del 100% adicional de un día de salario.
Nada de esto habría sido posible sin el revólver de la consulta popular en la cabeza del Senado, sin esas 12 preguntas que parecen resumirse en una sola —¿quiere ganar más dinero por su trabajo?— y sin el murmullo de rebelión en las calles que intimidó a los Cepedas y Mac Masters de este país hasta hacerlos tragarse el sapo de la reforma sin masticarlo.