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Juan Alejandro Tapia /Foto: Cortesía
[Opinión] El Quijote
El gobernador del Atlántico pelea una batalla por la tasa de seguridad que muy pocos quieren que gane. El alcalde de Barranquilla, principal beneficiado del recaudo, prefiere no dar la cara para no perder popularidad, analiza Juan A. Tapia.
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Un Quijote altivo y gallardo, pero incomprendido al punto de pasar por delirante, es el retrato del gobernador del Atlántico Eduardo Verano en su enfrentamiento con la compañía Air-e por la suspensión del cobro obligatorio de la tasa de seguridad en el recibo de la luz, decisión tomada de manera unilateral por la empresa intervenida por el Gobierno y que le saca la plata de los bolsillos tanto al Departamento como al Distrito de Barranquilla.
A Verano lo han dejado solo en una batalla que salvo él, el alcalde Alejandro Char y un puñado de medios de comunicación aceitados con la pauta oficial, nadie quiere que gane. El gobernador, como el ingenioso hidalgo de Miguel de Cervantes Saavedra, cree que pelea contra gigantes, pero en realidad son molinos de viento. No son monstruos el superservicios Yesid Márquez ni la agente interventora Sandra Bustamante —quizá un poco sí el ministro de Minas Edwin Palma—, aunque Verano los vea como enemigos.
Lo que hay en Barranquilla y los 22 municipios del Atlántico es júbilo por la determinación de Air-e, que por primera vez parece ponerse del lado de la gente, así en el fondo solo pretenda aliviar su crisis financiera desamarrando el pago del servicio de energía de los cobros adicionales que aparecen en la factura. Lo hizo primero con el alumbrado público y ahora con la tasa de seguridad. Undeco, el gremio de los tenderos y pequeños comerciantes, aplaudió la medida. La Liga de Usuarios de Servicios Públicos Domiciliarios, lo mismo. Ir en contra de una decisión que cuenta con el respaldo popular no es estratégico y por eso a Verano lo han puesto a pelear por otros.
Atornillado a su imagen, el alcalde Char suele no ponerle el pecho a los temas que pueden restarle puntos en las encuestas. Y nada menos popular que apoyar el cobro de un tributo oneroso que, para colmo, no termina de demostrar su utilidad: este año la seguridad en Barranquilla y el resto del departamento arroja cifras negativas históricas en homicidios y extorsiones. Pero el Sancho que va detrás del Quijote es él.
Uno de los compromisos de campaña entre Verano y Char cuando el hoy gobernador no tenía asegurado el triunfo en las regionales de 2023 fue la entrega de un porcentaje de los recursos de la tasa de seguridad, impuesto recaudado por el Departamento, a la Alcaldía de Barranquilla. De los $125.000 millones anuales por este concepto, Verano cedió $78.000 millones a Char en 2024, que tomó el control de las inversiones para la Policía y las Fuerzas Militares en la capital y su área metropolitana. La decisión de Air-e afecta a los dos mandatarios por igual, pero solo uno de ellos ha puesto la cara.
En 2024, la tasa de seguridad fue pignorada a 10 años tras la aprobación en la Asamblea del Atlántico de una ordenanza que compromete un billón de pesos entre 2025 y 2034 para el Plan Integral de Convivencia Ciudadana, que pretende fortalecer los organismos de seguridad y justicia en Barranquilla, Soledad, Malambo, Puerto Colombia y Galapa.
El paso a seguir no está definido. Aunque hubo varias mesas de trabajo con delegados de Air-e para debatir el cobro de la sobretasa, la determinación de la compañía tomó por sorpresa a las autoridades locales. Incluir otro rubro en el recibo de Triple A, como ocurrió a finales de 2024 con el alumbrado público, sería pegarle un tiro en el pie a la empresa de acueducto, aseo y alcantarillado. Quizá por falta de alternativas, la Gobernación ha elevado el tono y ha amenazado públicamente a los ciudadanos con cobros coactivos y embargos si dejan de pagar la sobretasa.
El problema es que todos consideran necesarios estos recursos con los que han sido adquiridos radios, patrullas, motos, cámaras de vigilancia y computadores, y han sido construidos parques y plazas para mejorar la convivencia diaria, pero nadie quiere pagarlos. Para el ciudadano de a pie y el pequeño comerciante, asfixiados por las deudas y las vacunas, es un respiro no estar obligado a hacerlo. Más solo que nunca en su batalla imaginaria, el Quijote parece no darse cuenta de que está siendo usado.
Alejandro Char y Efrain Cepeda tiran la piedra y esconden la mano