Juan Alejandro Tapia /Foto: Cortesía
[Opinión] Dumek Florentino
En su deseo de llevar al Real Cartagena a la primera división, el alcalde Dumek Turbay ha terminado por comportarse como un presidente de club y ha dejado que las bajas pasiones que despierta el fútbol lo dominen, analiza Juan A. Tapia.
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El alcalde de Cartagena, Dumek Turbay, parece sufrir una fijación con su homólogo de Barranquilla, Alejandro Char. Se propuso superarlo en popularidad y, en algunas mediciones, lo consiguió. Presentó en sociedad el proyecto Malecón del Mar con un mensaje directo al mandatario barranquillero: que el suyo será más grande, impactante y turístico que el de la capital atlanticense, la obra consentida de Char. Y con el Real Cartagena ha asumido un rol protagónico que va más allá de los golpes de opinión del dirigente de Junior con la contratación de jugadores.
Mientras Char utiliza al Junior para disparar su popularidad cada seis meses con el anuncio de fichajes estelares, el papel de Turbay en el Real es el de presidente en ejercicio. Da luz verde a la llegada y salida de futbolistas, traza los objetivos de la temporada, baja y sube el pulgar a los entrenadores, entra en confrontación con la Dimayor por la interpretación del reglamento y lanza puyas a los rivales cuando considera que los intereses de su equipo son pisoteados.
Si no fuera el alcalde elegido popularmente para gobernar Cartagena y su fijación con Char no resultara evidente, la comparación inevitable sería con el presidente de otro Real, el de Madrid. Aunque a diferencia de su alter ego español, las decisiones deportivas del Florentino Pérez caribeño no han sido las más acertadas.
Priorizó el impacto mediático que tuvo para su Administración la llegada de jugadores con historia brillante, aunque sin actualidad competitiva. La fotografía con Teófilo Gutiérrez, ídolo de Junior y muy cercano a Char, lo volvió noticia nacional, pero la inversión no compensó el resultado. A pesar del respaldo de la Alcaldía y la Gobernación de Bolívar, el Real Cartagena no clasificó a la final en ninguno de los dos torneos del ascenso en 2024. Y entonces sobrevino la peor cara de Dumek Florentino.
En una pataleta parecida a la del presidente del club ‘merengue’ cuando recibió la confirmación de que el brasileño Vinicius Junior no había ganado el Balón de Oro —canceló el vuelo a París, donde el conjunto madrileño iba a recibir el premio al mejor equipo del año entregado por France Football—, Turbay escupió fuego contra el Unión Magdalena cuando vio que la interpretación que el Real Cartagena hizo del repechaje para subir a la A no era compartida por el otro representante de la Costa.
“Unión lo interpreta de otra manera porque está muerto de miedo por enfrentarse a nosotros”, declaró el alcalde a la prensa cartagenera, en una bravuconada impropia de una autoridad que debe controlar su temperamento y no dejarse arrastrar por las pasiones que despierta el fútbol. La frase incendió los ánimos en Santa Marta, donde empezó a tomar forma la idea de darle una lección al Real y, de paso, a Turbay.
El periodista samario César Augusto Corbacho, uno de los referentes de la información deportiva en esa ciudad, sugirió que Unión y Llaneros, finalistas del segundo semestre, debían dejar “con los crespos hechos” al Cartagena. Días después, los peores temores de los hinchas del Real se hicieron realidad: la final del torneo y la finalísima del año emanaron el mismo olor nauseabundo de otras disputas del ascenso en Colombia. Pero eso no exime a Turbay de haberse comportado como un barra brava o un presidente de club, en vez de como el alcalde sobresaliente en todas las encuestas que es.
La reclamación de Turbay es válida, y la decisión del equipo de acudir al Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS, por sus siglas en francés), también. Es la instancia definitiva en un litigio que no debió saltar a los micrófonos, sino quedarse en el plano legal. Unión y Llaneros fueron los mejores del año, pero eso nada tiene que ver con las reglas del campeonato. Sin embargo, ofender a un equipo que tuvo mayor rendimiento con mucha menor inversión no deja bien parado al alcalde, tanto en el plano personal como en su faceta de presidente ad honorem.
Solo hay que suponer lo que habría sucedido en un hipotético enfrentamiento del Real Cartagena con el Unión Magdalena por el paso a la primera división luego de los ataques de Turbay. El nacimiento de un conflicto regional inverosímil entre dos de las tres perlas del Caribe colombiano, con los estadios Sierra Nevada y Jaime Morón convertidos en coliseos romanos, y un emperador sediento de triunfo en el palco presidencial mientras los gladiadores exponen el pellejo en el césped y el pueblo hace lo propio en las tribunas.
Excelente artículo lo felicito lo leí siempre me gustan muy importante